
Relato procedente: «El Hombre de Hielo«. Edad: 38 años.
Ciudad: Sacramento. Profesión: Policía.
Descripción física:
Cabello corto, negro y fácil de cuidar. Tengo la tez pálida y los labios finos, los ojos marrones de mirada intensa. Soy esbelto, algo fornido debido al ejercicio diario al que me someto para poder realizar las labores policiales con mayor soltura y siempre visto con vaqueros y una camiseta cualquiera, con deportivas o zapatos de vestir o el uniforme del trabajo.
Descripción de la personalidad:
Siempre dicen que soy un tipo recto, que sé hacer lo que mandan sin preguntar, leal y con moral, sí puedo añadir que soy alguien bastante serio, escondo algunas de mis emociones bajo las finas capas de mis palabras y no suelo decir lo que pienso, mis frases con cortas y calculadas, para mí, no hace falta saber demasiado, me gusta ir al grano en las conversaciones con otros. Me gusta el silencio y la calma, mantenerme aislado y ver la tele tras llegar del trabajo con una buena cerveza y unas palomitas de bolsa, sin más vida que esa. Suelo ser bastante sincero y daño algunas sensibilidades ajenas pero me gusta creer que ayudo a otros a abrir los ojos hacia sí mismos, no me importa en absoluto qué piensen o crean los demás sobre mí, tampoco los rumores o las etiquetas que me pongan, vivo mi vida ocupado con el trabajo y cuando vuelvo a casa, lo demás, no existe.
Rectitud, lealtad y sinceridad:
Las tres palabras para una moralidad impecable, según decía mi padre. Él también fue policía y estaba muy orgulloso de ello, siempre quiso serlo desde el momento en el que se presentó a los exámenes y le dieron una bonita placa de investigador. Mis lecciones siempre giraban entorno a lo que él aprendió en la academia y, cómo no, quería que yo también fuera policía, digamos que crecí con ello en la sangre, no me negué. Aunque en el colegio fuese «el hijo del poli» y nadie quisiera juntarse conmigo, a mí me gustaba que lo fuera, me sentía seguro aunque mi madre siempre despotricaba sobre lo mal padre que había sido siempre dejándonos abandonados en casa mientras él hacia patrullas y se pelaba los sesos en cada asesinato que llegaba a su mesa.
No había que hacer preguntas, cuando te daban una orden tenías que cumplirla. Así que, empecé a volverme un poco más callado y, al ser adolescente, empecé a entrenar cada día para las pruebas físicas, solo tenía eso en la mente, ni siquiera los abusones del colegio podían desconcentrarme de ese objetivo. A mi madre le daba miedo y no quería que yo muriera solo como lo haría mi padre, era una dramática empedernida que no supo apreciar lo que tenía y prefería repetir esto antes de reconocer que ella también formó parte para que el matrimonio se rompiera y dejaran de verse aunque papá parecía estancado, siempre recordando los buenos tiempos.
No todas las mujeres son oficinistas:
Su nombre era Grace. Después de pasar las pruebas físicas y la academia, conseguí mi placa y mi arma reglamentaria, me asignaron un equipo en la misma ciudad y empecé a trabajar, lo que no esperaba era que hubiera una mujer como ella entre nosotros, no podía dejar de mirarla, incluso, sabiendo que la hacía sentirse algo incómoda. Al principio, creía que yo era una especie de acosador friki que quería saber lo que hacía, con quién y dónde iba pero lo cierto era que me parecía algo curiosa, por cómo se movía, hablaba y la comida que traía al trabajo, era buena investigando sobre todo casos de gente desaparecida y trasteando el ordenador. Una de nuestras primeras conversaciones fueron cerca del baño, donde siempre nos chocábamos y ella sonreía incómoda, la cogí del brazo y le susurré al oído el restaurante donde podríamos ir a cenar aquella misma noche, no respondió pero esperé allí hasta que apareció, eso era un sí.
Teníamos muchas cosas en común y se confirmaron aquella misma noche. El beso de despedida zanjó el acuerdo y seguimos quedando durante unas semanas más, empezando una bonita relación que acabó en matrimonio, con una hija preciosa y una casa que compré sin que ella lo supiera donde empezamos a vivir enseguida. Mi padre falleció poco después, mi madre cayó en una depresión muy fuerte y tuve que internarla en un hospital donde pudiera cuidar de ella. Era como si me hubiese quedado solo pero, esa no era la pura verdad al fin y al cabo, ¿no?
El Hombre de Hielo:
El llamado «Hombre de Hielo» tenía a toda la ciudad revuelta, la gente empezó a refugiar a sus hijos en casa a horas muy tempranas para que ese loco no les matara. Aunque disfrutaba matando mujeres, también se acercaba a niños, los violaba y los mataba, dejándolos en medio de la calle con una marca mostrando el hielo en la zona del ombligo. Había matado a unas veinte personas ya y se me ocurrió hacer un comentario en la calle que alguien de la prensa pareció escuchar y divulgó en televisión sin mi consentimiento. Fue algo tonto, una estupidez, una broma entre compañeros… solo dije que no tardaría en meter el culito de ese idiota en prisión aunque tuviera que traerlo en una sillita de bebé. En cuanto llegué a casa, encontré a mi mujer y a mi hija muertas en el suelo de la cocina. Dejó una nota en la que me retaba a meter su bonito culito en la cárcel después de haber tocado el mío por dos.
No podría expresar con exactitud lo que sentí en aquel momento pero culpable era una buena palabra a elegir aunque hubiera sido indirectamente. Jamás fue identificado o encontrado, no dejaba huellas y parecía que no fuera a parar. A decir verdad, estaba desesperado, solo y dado de baja para pasar el duelo de mi familia en paz, teniendo que ir obligado a un psicólogo para expresar mis sentimientos, esos que tanto solía esconder porque no me gustaba compartir una mierda con nadie que no conociera. Durante meses, lo único que hicimos fue mirarnos a la cara durante tres días a la semana por una hora, no sacamos nada en claro, me mandó a otro psicólogo y seguimos la misma operación, hasta que el jefe decidió darme de alta en el trabajo de nuevo, suponía que sería una buena medicina para ponerme mejor aunque no quisiera hablar de ello, al parecer, había pillado el mensaje. Tenía ganas de cazar a ese hijo de puta.
La llamada y el accidente:
El Hombre de Hielo llamó mientras dormía, recuerdo que eran las cuatro o cinco de la madrugada, diciendo que le gustaba cómo dormía Mónica, con lo que, intuí que estaba en su casa, a punto de matarla o herirla de gravedad para que yo la viese morir. Mónica fue mi compañera en el trabajo durante cinco años después de lo que ocurrió con mi familia y la tenía en gran estima o quizá, en demasiada estima pero nunca quise llegar a más, me sentía culpable por Grace si seguía adelante y nunca le pedía que saliera conmigo, me lo guardaba para mí para que nadie saliese herido pero él lo supo, algo que indicaba que nos había estado espiando en nuestras investigaciones.
Pedí refuerzos conforme salía del coche y entraba en casa de Mónica, vi que forzaron la cerradura pero a ella no le hicieron nada, todavía dormía, así que, me sentí algo confuso, ¿qué estaba haciendo exactamente?, lo supe unos minutos más tarde cuando me llamó para decirme que había hecho explotar la central de policía y darme una lección sobre que no podía salvar a todo el mundo, ¿qué lección de mierda era esa? Lo que recuerdo después es el haber estado en una cama de hospital tras esa llamada por haber tenido un shock en el que ni siquiera me podía poner de pie. Según Mónica, hubieron 100 muertos y 240 heridos, el resto tenían el día libre o estaban fuera recabando información, pero se encontraba ante un montón de escombros, triste y sola entre la penumbra que empezaba a embriagarla y tratando de no mostrarse emotiva.
Un futuro de destrucción y muerte:
El Hombre de Hielo había hecho esto sin que nadie se diera cuenta, quizá era parte de nuestro equipo sin habernos percatado o puede que tuviera un topo dentro, o puede que nadie se diera cuenta de su presencia porque no era alguien que llamara mucho la atención. Después de esto, sospechaba que iban a haber más muertes, por mí y para mí, le gustaba matar y también le gustaba verme sufrir, sabía quién me importaba aunque yo dijese que no me gustaba la gente, me había calado sin siquiera conocerme o quizá conociéndome desde hacía tiempo, aún no tenía ni idea pero debía conseguir pistas como fuese.
Las pruebas no eran concluyentes o no habían huellas, podía ser que nada encajase al fin y al cabo y que este tipo fuera quién fuera no recibiera lo que merecía, incluso, dándole la oportunidad de seguir matando y aterrorizando la ciudad, a familias enteras y a policías confusos, nadie iba a dormir tranquilo hasta meter el culito de ese cabronazo entre rejas.