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Michael: El que no Recuerda

Relato procedente: «Lagunas«. Edad: 42 años.

Ciudad natal: Nueva York. Profesión: Pianista.

Descripción física:

Cabello castaño, bastante canoso, corto y no muy abundante, ojos oscuros y mirada penetrante, con tez un tanto pálida y una risa contagiosa o, al menos, eso me dicen siempre. No he sido delgado toda la vida, he tenido mis fases sobre todo en la adolescencia pero ahora diría que sí lo soy tras mucho ejercicio y la vida sana que Annie planeaba cada día. Me solía vestir de traje y corbata, en mis conciertos me gustaba ir elegante, mucho más si venía gente importante, en los días libres usaba unos vaqueros cualquiera y alguna camisa a cuadros o lisa que tuviera limpia y encontrara en el armario, el resto, ya tiene que ver con pijamas.

Descripción de la personalidad:

Tengo una personalidad bastante dinámica y flexible, al menos, eso era lo que Annie decía que le atraía de mí. Puedo estar en cualquier lugar y hacer sentir a las demás personas cómodas, aunque yo no lo esté o viva una situación difícil, suelo ser amable y dedicado a aquellos que lo necesitan, centrado en ser de los mejores pianistas de todos los tiempos, aunque se necesiten muchas horas y dedicación para ello. Soy un gran lector, devoro libros como devoro comida y me gusta cualquier programa idiota que hagan en televisión con tal de entretener mi mente en algo más que las notas de mi piano. Supongo que tengo carácter afable y cercano, cariñoso en ciertas ocasiones y siempre tratando de ser correcto, aunque tenga mis desmelenes, de vez en cuando.

Entre lujos:

Crecí entre muchos lujos, con una familia adinerada, las criadas me daban todo lo que les pedía y lo hacían sin rechistar, me beneficiaba porque sabía que mis padres se negarían con alguna lección sobre educación y respeto, como hacían siempre. Ellos siempre tenían viajes de negocios, a penas nos veíamos, fui a varios colegios privados, pasé el bachillerato y me enrolé en la Universidad para estudiar Empresariales, la gama que mi padre quería que eligiera, mientras me dedicaba en secreto a tocar el piano. Practiqué un poco en el colegio, era una de las clases más difíciles pero a mí se me daba francamente bien y quise seguir, aunque sabía que a mis padres no les gustaría demasiado la idea y querrían erradicarla de mi cerebro, por lo que, seguí haciéndolo a escondidas con tal de tenerles contentos y ser el hijo modelo.

A decir verdad, no tuve traumas, ningún tipo de drama que me gustaría destacar, tuve una vida bastante fácil y acomodada. Había muchas cosas de mi familia, quizá algunas de sus actitudes con las que no estaba de acuerdo, no eran correctas, puede que viera el mal trato que tenían hacia otras muchas personas que no tenían el dinero que ellos sí tenían y ese carácter altivo que mostraban en sociedad, pero fui cauteloso, paciente, esperé hasta la Universidad para poder empezar a tener una vida por separado de la que ellos no tuvieran por qué enterarse y todo salió bien, con elegancia, todo llega a buen puerto.

Grandes oportunidades:

Las grandes oportunidades surgieron de conexiones importantes con gente que ya conocía a través de mi familia, no fue difícil saber dónde podría hacer conciertos privados y cómo llamar la atención de la gente, incluso, de discográficas importantes que pudieran fijarse en mi trabajo. Hubo un tiempo en el que estuve extremadamente ocupado entre las clases de empresariales y el piano, estaba ahogado, tenía muchos trabajos que entregar, cosas que estudiar y conciertos que planificar entre gente rica y perfeccionista que rebosaba de buen gusto y, bueno, tuve mis malas rachas y tonterías con el alcohol, me gustaban las fiestas y, de vez en cuando, me libraban de acabar con un ataque de nervios o dos.

Conocí a Annie en una de esas fiestas de músicos a las que solía ir para darme a conocer, estaba llena de lujos, luces, estúpidos brindis y gente que solo hablaba de cerrar tratos. Los dos terminamos aburridos en una esquina y me enteré de que a ella le encantaba tocar el violín, era una apasionada de la música y empezamos a ensayar juntos, hacíamos un buen dúo que impresionó a muchas discográficas que quisieron promocionarnos. Era de esperar que ella no le gustara a mis padres, no venía de buena familia, no era como nosotros y era demasiado modosita para ellos. Fueron tan maleducados que dejé de verles por completo, empecé a trabajar y a tener una vida propia con Annie.

Las lagunas:

Desde ese momento que decidí apostar por un futuro diferente, empecé a tener lagunas, ataques de pánico y momentos de estrés extremo que aparecían de la nada. Tuve suerte al haber terminado de estudiar y tener un poco más de tiempo libre porque caía enfermo muy a menudo, creo que fue uno de los peores momentos de mi vida. Hacía cosas que no recordaba que había hecho, me despertaba en sitios a los que no recordaba haber ido antes o haber pensado en ir, a veces, a kilómetros de distancia de casa, reflexionaba cosas que luego no recordaba… Annie era mi muleta, la que me decía qué había dicho o hecho, muchas veces, lo apuntaba en una libreta para cuando yo llegase y ella estuviera practicando o en algún concierto de violín, que pudiera saber qué me había ocurrido.

Era duro porque estuvo pasando durante años y no hubo forma de que dejara de ocurrir. Fui a varios médicos, al principio, creyeron que tenía algún problema cerebral, otras veces, hablaron de algo fisiológico que se les estaba pasando por alto y, por último, un trauma infantil que debió afectarme en el pasado y que, en el momento en que dejé de lado a mis padres, se activó como si fuese un botón. La cuestión era que nadie me ayudaba más que Annie, la chica que hice mi mujer por todo su esfuerzo porque yo estuviera bien y constante apoyo, fue una boda preciosa que trato de que no se vuelva una laguna y deje de recordarla. Ella creó el sistema de la libreta y añadió post-its en la pared para que parase en el momento de trance, si es que era eso lo que estaba ocurriendo. Funcionaba porque, a veces, cuando pretendía salir de casa me paraba al ver sus palabras pegadas en la pared, me sentaba y la esperaba, evitando el temor de haber hecho algo extremo que no pudiese explicar.

El cuerpo de Annie:

A pesar de estas lagunas que interferían en mi día a día, nos fuimos a vivir fuera de la ciudad, en una zona bastante arbolada y preciosa en la que hacía tiempo pensábamos mudarnos, nos gustó una casa grande y espaciosa donde queríamos tener hijos y pasar el resto de nuestra vida. Parecía que las lagunas empezaron a suceder cada vez menos, así que, supusimos que lo que ocurrió fueron situaciones aisladas que podrían tener que ver con el ruido y el ajetreo de la ciudad, junto a todo el estrés acumulado en la Universidad y los conciertos, así que, empezamos a olvidarlo, incluso, las notas en la pared y la libreta. Tuve miedo de olvidarlo pero Annie dijo que sería la única manera de superarlo, que debíamos hacer un esfuerzo para seguir adelante, por lo que, decidí hacerlo, tal y como ella dijo, probar y confiar en que todo saldría bien.

Pero, lo que jamás creí que ocurriría pasó. Me vi a mí mismo tirado en el suelo, con la cabeza y el costado adoloridos, con un cuchillo en la mano y sangre en la otra parte de la cocina que esperaba fuera mía pero que resultó ser de Annie. La encontré sobre un charco de sangre que salía de su pecho y su cabeza, con varias puñaladas del cuchillo ensangrentado que yo había sujetado tan solo unos pocos minutos antes y fui presa del pánico. Caí al suelo de rodillas, sollozando y recordando nuestra vida juntos, fueron flashes que aparecían en mi mente como fotografías. Llegó la policía y todo se oscureció a mi alrededor, no pude entender mucho, creo que me desmayé.

Un futuro imposible:

Estuve durante horas interminables en una sala de interrogatorios con dos tipos, el que hacía de poli bueno y el poli malo, parecía que nunca se ponían de acuerdo con las preguntas que debían hacerme, fue violento y ridículo, ¡había acabado de saber que mi mujer estaba muerta! Habían tenido muy poco tacto durante toda la charla y me acusaban de asesinato en primer grado, al parecer, tenían una prueba irrefutable como lo era el cuchillo que yo había sujetado en la mano cuando me desperté y las cuchilladas en su pecho, me vieron a mí al lado del cadáver llorando y gritando como un loco, tenían suficiente para encerrarme y yo no me acordaba de nada, tampoco tenía nada que justificara mi estado, mis lagunas… Ni siquiera se creyeron que teníamos un sistema, no quisieron que fuese a recoger las libretas.

No esperaba esto, la vida era una estúpida broma pesada, una pesadilla de la que despertar mañana, quizá en cualquier momento. Era frustrante no tener ni idea de qué había pasado o tener la certeza de si había sido yo quién la había matado y por qué, tenía una incertidumbre inexplicable que me impedía estar tranquilo, lo cual, también querían usar para acusarme. Querían llamar a mis padres para corroborar mi historia pero, ¿qué iban a decir ellos? Habíamos estado años peleados y ahora esto era lo único que les iba a hacer tener una relación conmigo, incluso, sabía que, con un par de llamadas mi padre podría hacer que todo esto desapareciera y estaba seguro que lo haría. Pero yo no quería. No quería que pararan la investigación, quería saber qué había sucedido y cerciorarme de si había sido yo, de si le había hecho daño, si la había matado y si quizá me había enajenado, era preciso, quería estar seguro y cumplir la condena que merecía si así había sucedido.

Ahora me queda esperar como un idiota a que alguien me diga algo… Esto no era lo que quería, lo que esperaba, lo que había pedido en mi vida. Esto era imposible…