
Relato procedente: «Neblina«, Edad: 34 años.
Ciudad: Milwaukee. Profesión: Florista.
Descripción física:
Mi cabello rubio claro, es largo hasta media espalda, normalmente suelto, otras veces, enganchado con un moño en la parte de arriba. Mis ojos son verdes, mis labios finos y diminutas pecas se posan sobre mi rostro, delicadas. Mi piel es bastante pálida, pero suave y bien cuidada. Siempre he sido bastante esbelta, y me he vestido cómoda, con unos vaqueros, unas converse, y cualquier camiseta que encontrara en el armario. En invierno suelo utilizar gabardinas, en primavera, camisetas de leñador que combinen un poco con las de manga corta que llevo debajo. Nunca he querido ir a la moda, he tratado de ir cómoda con lo puesto.
Descripción de la personalidad:
Siempre he sido alguien muy extrovertida, pero con demasiadas cosas en la cabeza. Muy activa, risueña y con muchos sueños por cumplir, quizá demasiados. No suelo quejarme, me encanta perderme en una interesante novela o en una película que me transmita algo más que violencia o terror. He sido bastante sociable, ambiciosa, educada y sabiendo en cada momento dónde pongo los pies. No comparto demasiado sobre mi vida, pero me gusta mostrarme real y fiel a lo que creo, no me ha importado nunca lo que pensaran de mí, quién no me acepta es porque no tiene que estar cerca o a mi lado.
Una infancia atractiva:
Cuando era pequeña, siempre fui bastante risueña, con ganas de jugar, ir a todos los cumpleaños de mis compañeros de clase e invitarles al mío, correr, jugar al pilla-pilla, y pasarnos la noche viendo películas de miedo con enormes bowls de palomitas. Mi alto sentido de la empatía y don de gentes, me permitían desarrollarme muy bien socialmente, y no necesitaba mucho para estar contenta, era muy positiva, sacaba buenas notas y cualquier otro niño quería formar parte de mi grupo de amigos, era genial. Siempre estaba rodeada de gente optimista, era un imán para este tipo de personas.
Mis padres siempre fueron el típico matrimonio unido que sacaban las cosas adelante por muy mal que fuesen, no me hacían partícipe de ninguno de los problemas pero sabía que andaban con algo cuando estaban en silencio o se reunían en la sala de estar con papeles encima de la mesa. Después de tanto tiempo juntos, supongo que era normal que tuviesen sus diferencias en cierto momento, pero jamás les vi enfadados o con dudas de si seguir juntos o separarse. Conmigo siempre fueron agradables y las demás familias con las que ellos se relacionaban, nos consideraban una familia unida. Creo que, en general, tuve una infancia bastante atractiva a ojos ajenos, no todos los niños tienen tanta suerte, no todos tuvieron lo que yo tuve.
Una infancia sin accidentes:
Y sí, digo sin accidentes por lo que se suele decir de los adolescentes, que sus hormonas están descontroladas. Podría decir un montón de cosas que ocurrieron a espaldas de mis padres, de hecho, ni siquiera ahora lo saben, pero dejarían de ser secretos, a decir verdad, me lo pasé bien, fui feliz por un tiempo. Y conocí a Darvel. Quizá no esperabais que lo hubiera conocido tan temprano pero sí, así fue. Era un chico diferente, problemático, introvertido, con muchos problemas en casa. Empezamos a ir a algunas clases juntos, yo solo trataba de ayudarle, de hacerle sonreír. Lo conseguí más de una vez, he de decir que no fue nada fácil. Diría que fui realmente insistente con que viniese a mi casa a ver una película, así fue cómo empezó todo, dijo que sí con tal de evadirse.
A pesar de que éramos muy diferentes, nos complementábamos bien. Nos gustaba estar juntos, nos gustaba hablar y por qué no decir que fuimos amigos. Al menos, el tiempo que estuvo por allí, porque se fue unos meses después. Sus padres se movían mucho. Nunca tenía un lugar al que llamar hogar. Supuse que me llamaría alguna vez, pero simplemente, desapareció. No supe de él hasta unos diez años después, cuando apareció de la nada en la ciudad y nos encontramos por casualidad.
Darvel y su trabajo:
Supe que volvió a Milwaukee para quedarse. Nos encontramos en una cafetería, en la cola para pedir café. Su cara me sonaba muchísimo pero no le ubicaba, él trataba de no mantener su mirada en mí, quería evitarme. Hasta que conseguí saber quién era y le saludé. No quiso quedarse demasiado, pero conseguí convencerle y nos quedamos en la cafetería a tomar café. Como siempre, yo tan optimista y amistosa, y él tan depresivo y evitativo. No sé por qué pensé que haríamos buena pareja. Siempre le había considerado un chico herido, alguien que podría cambiar su vida si quisiera, que podría ser quién quisiera si se esforzaba, si tenía las compañías adecuadas. Pero Darvel siempre se resistía, una vez tras otra, no es fácil superar los traumas, mucho menos aquello que llevas arraigado por tantos años.
Supe de su trabajo, unos cuatro años después de empezar a vivir juntos porque sí, estaba enamorada de él, un tipo de lo más raro, con sus altibajos, cambios de humor, y un temperamento del demonio pero que solo quería enmendar muchas de las cosas que había hecho. A mí me mostraba otra parte, más tierna y cariñosa, más atenta y apreciativa, más cercana y cálida, nunca veía esa parte tan horrible que decía que quería esconder tan desesperadamente, siempre tuvo miedo de perderme, tal como decía a menudo por el concepto tan erróneo que tenía de sí mismo. Era un asesino a sueldo. Sí, como has leído. Mataba por dinero. No era particularmente un trabajo honrado, mucho menos, digno y mucho menos, invitaba a hablar de ello con otras personas, se volvía secretivo y reservado, evitaba cualquier conversación que tuviera que ver con ello o con el cambio en su estilo de vida, se sentía amenazado la mayor parte del tiempo, de hecho, tampoco le gustaba hablar de su familia.
¿Y cómo podía aceptar yo ser la pareja de alguien que mataba gente? Nunca fue por el dinero, ganaba mucho. Nunca fue por lo poderosa que una persona así podía ser, por sus habilidades, por su sentido de la supervivencia o por la atracción al peligro que emanaba de él. Siempre fue por su corazón, por lo que me mostraba cuando estaba conmigo, lo cual, creí que era suficiente para alejarle de esa vida. Lo hizo. Y me sentí orgullosa. No fue porque yo quise, sino porque él lo quiso, así de un día para otro, lo decidió y cortó lazos con todos sus contactos, tiró todos los teléfonos donde pudieran localizarle a la basura y empezó a vivir una vida normal, de hecho, empezó a trabajar de mecánico cerca de casa, mientras yo seguía en la tienda de flores que había al final de nuestra calle. Podría decir que llegamos a ser felices, al menos, por un tiempo.
El gran cambio:
Darvel seguía teniendo sus momentos. Se quedaba noches despierto, pero nunca decía qué se le cruzaba por la mente, pensaba por sí mismo, como un solo individuo, cuando estaba claro que éramos dos. Llegamos a estar muy unidos, pero siempre le notaba a millas de distancia, como si no se dejase tocar el corazón, como si sus pensamientos solo deberían pertenecerle a él, igual que todo aquello que pesaba sobre sus hombros y que yo sabía que le desgarraba por dentro. Tanta gente a la que había matado, no debería ser una carga muy ligera y agradable de llevar consigo a donde fuese. Darvel me dijo una vez que ser asesino profesional era lo único que le mantenía concentrado, que era un trabajo que lo identificaba, en el que se sentía cómodo y a salvo, era lo que sabía hacer mejor, lo que le conectaba consigo mismo. Pude ver en sus ojos lo mucho que lo anhelaba, aunque ni siquiera yo pudiera explicarlo. ¿Cómo una persona podría echar de menos matar a otras personas? Lo cierto es que nunca fue por el dinero, el renombre que fue creándose durante años y que fuera mejor que su padre en ello, sino la conexión que tenía consigo mismo al apretar el gatillo, el único momento en el que se sentía en control de su propia vida.
Empezó a evadirse cada vez más, en vez de quedarse despierto por las noches viendo la tele, salía a un bar que había en la calle paralela a nuestra casa, bebía hasta estar totalmente ido, a veces, le encontraba acostado en un banco, como si fuera un sintecho. No podía entenderlo. Me pregunté constantemente si no era feliz conmigo, si compartir lo que teníamos estaba siendo tan difícil para él como para alejarse de mí tanto y sin sentirse mal por ello. Lo cierto era que sí se sentía mal por ello, de hecho, se sentía mal por todo. No se explicaba cómo podía ser que yo le amase tanto, como podía ser que quisiera seguir viviendo con semejante desastre emocional, cómo podía ser que yo siguiera eligiendo salvarle de cada crisis existencial que tenía o que le llevara a casa tras verle tirado en cualquier banco. Lo hacía desde mi más profundo amor y cariño, pero él creía no merecerlo.
Nunca hablamos de tener hijos o casarnos, íbamos a paso de hormiga. Supongo que, en cierto modo, se asustó. Esa no era su vida, no estaba acostumbrado a nada de eso, ni a que le quisieran, estaba acostumbrado a sobrevivir a las adversidades, a terminar el trabajo encomendado, a mantener sus armas limpias y preparadas para hacer el disparo perfecto, para acabar con la vida que el jefe de esa semana le había enviado a hacer, fuese buena o mala persona. La vida normal para él era compleja, su vida como asesino, era sencilla. Le pagaban por un trabajo bien hecho, empezaba otro y le pagaban por él también. No había demasiada interacción. Vivía entre las sombras, de motel en motel, pagaba en metálico y no se dejaba ver, era perfecto, sin responsabilidades ni ataduras, no debía preocuparse de nadie. Llegué a pensar que era una carga para él, en cuanto salió por la puerta una noche sin decir palabra y no volví a verle.
La neblina:
El anonimato era crucial para vivir una vida como asesino profesional y mucho más si formabas parte de una especie de gremio del que yo por supuesto no había oído hablar o había tenido el gusto de conocer. Fue una intuición. Así que, sí. También pensé que ese momento llegaría. Si un asesino intima con alguien, ese alguien debe ser eliminado tiempo después. Darvel había estado incumpliendo una regla tan solo con imaginarlo. Fue aceptado de nuevo, volvió con los mismos contactos que al principio, no perdió nada, su renombre se mantenía intacto, de hecho, sus compañeros de trabajo le querían de vuelta desesperadamente, nadie daba en el blanco tan bien como Darvel y yo era tan solo una florista que se había metido en medio. Había que arreglarlo.
Esperé en casa. En nuestra casa. Las luces estaban apagadas, podíamos vernos a través de la luz que entraba por la ventana. Su cara no expresaba lo mismo que su cuerpo, seguridad y confianza, más bien mostraba remordimiento y un deseo enorme de no hacer aquello que había venido a hacer, la cuestión era que yo estaba preparada. Yo le quería como le había querido siempre, desde el primer día. Ese bypass no cambiaba nada. Lo cual, para él lo hizo más difícil. Confesó que quiso hacerlo él mismo, para no tener que ver mi cuerpo echo trizas por cualquiera de los animales que trabajaban con él. Al fin y al cabo, un detalle digno de apreciar después de cuatro años de relación, y al habernos conocido a tan temprana edad.
Apretó el gatillo. Por supuesto que lo hizo, no esperaba menos. Tuvo que elegir entre una herencia que duraría de por vida con los asesinos o una relación envuelta en la completa normalidad que le haría sentir un idiota que no sabía dónde poner el pie para no resbalarse. La normalidad no era algo que le atrajera o le hiciera sentir cómodo, su vida como asesino era lo que le hacía ser quién era. La elección era sencilla. No había nada que pensar, ya estaba dado por sentado.
Un futuro después de la tormenta:
La neblina se disipa y ya no hay más tormentas que presenciar, solo el silencio y la paz. Al fin y al cabo, tuve una buena vida, fui feliz. Me he ido más temprano de lo que esperaba, pero no somos nosotros quiénes elegimos, sino las circunstancias que nos llevan a ese mismo lugar. Solo sé que le amé con toda mi alma, que no había otra persona a la que hubiera podido querer más, de hecho, esperaba que hiciera lo que hizo y, en cierto modo, estoy feliz de que haya elegido lo que ha necesitado elegir, algo en lo que ha estado trabajando tanto tiempo y se ha arraigado tanto en él, ahora puede ser quién realmente es, sin máscaras, sin vidas de mentira.
¿Me quiso? Por supuesto, no lo he dudado ni por un momento. ¿Hubiéramos pasado el resto de nuestras vidas juntos? Podría ser. No me arrepiento de haberle conocido. Quizá me hubiese salvado si Darvel jamás hubiera vuelto a mi vida, quizá aún seguiría llevando mi negocio y llegando a casa temprano para cenar, por supuesto que sí, pero eso no cambia el hecho de que esos cuatro años existieron y no los hubiera cambiado por nada. Ni hoy, ni nunca. Quizá soy una estúpida, pero una estúpida que siempre ha sabido dónde ponía los pies.