Recuerdo volver a casa del colegio arrastrando los pies, con una mala sensación en el cuerpo, con lágrimas en los ojos, tratando de aguantar las terribles ganas que tenía de llorar. Sentía abatimiento, una tristeza profunda y las palabras se me agolpaban en la mente, muy rápido, no podía pararlas. Lo único que necesitaba era desahogarme. La mochila pesaba, así que, me moví un poco para recomponerla. Me dolió el costado. Y sí, desde hacía días que me empujaban, burlaban, vejaban y pegaban entre las clases y en los descansos, sin yo abrir la boca. Tenía el cuerpo adolorido. Y lo mejor de todo era que no entendía nada, no entendía por qué.
Entré en casa abrazándome a mí misma con los brazos, con la cabeza gacha, apenas saludando a mi madre y sentándome en el sofá. Recuerdo abrir el libro que estaba a punto de terminar y empezar a leer sin parar, me refugiaba mucho en las historias para no pensar, ese hábito sigue latente. Ella supo al instante que algo pasaba, me había callado de repente y no le había sonreído. Vino en cuanto pudo, se sentó al lado y me miró un momento. Sabía que quería hablar, pero yo no. No podía, iba a acabar llorando y no quería llorar porque yo era fuerte. Bueno, así lo creía desde mi inocencia. Con cuidado, mi madre cogió el libro entre sus manos, le puso la señal para que no me perdiera luego y cerró el libro, dejándolo encima de la mesa de café, justo frente al sofá. Bajé la cabeza, mirando hacia mis manos. La conversación. No.
– ¿Te ha pasado algo hoy en clase? – me miró durante unos segundos, esperando una respuesta, pero solo me encogí de hombros, no quería llorar – ¿Me lo quieres contar? – negué con la cabeza de forma instantánea, me quité las gafas y me froté los ojos, bostecé y, al acomodarme hacia atrás, mostré la molestia en mi cara. Mi madre apartó las manos y vio los moretones, me abrazó y ahí lloré, justo lo que no quería hacer -.
Estuvimos abrazadas un rato hasta que me calmé. Le conté todo sin parar de llorar, haciendo parones para respirar de vez en cuando, me ahogaba. Ella me dejaba mi espacio y asentía con la cabeza en muestra de que me estaba escuchando, mientras me acariciaba el cabello y la mejilla para que me calmase. Hasta que terminé, me desahogué que, al final, era lo que necesitaba pero me sentía peor y con los ojos medio hinchados, odiaba esa sensación. Solo quería coger el libro y leer. Me incorporé, haciendo ademán de cogerlo, pero mi madre me empujó para atrás para seguir hablando.
– Es que no lo entiendo… – susurré, frustrada -.
– ¿Qué es lo que no entiendes. cariño? – me preguntó mi madre, cogiéndome de la mano y acariciándola suavemente -.
– Por qué son así conmigo, no les hago nada, ni siquiera hablo. Solo leo y voy a clase – me encogí de hombros, a punto de llorar de nuevo – ¿Tan mala soy? ¿Me odian por algo que no sé o no me acuerdo de que he hecho? No lo entiendo.
– No eres tú, no se trata de ti – me respondió, con voz pausada. Levanté la mirada y nuestros ojos conectaron, en ese momento, escuché, ya no tenía más ganas de llorar, estaba apunto de decir cosas importantes y siempre había querido ser como ella – Se trata de ellos que no se quieren lo suficiente y tienen que hacerle esto a otros para sentirse mejor.
– ¿En serio…? – mi mirada de extrañeza, la invitó a asentir – ¿Y la pagan conmigo?
– La pagan contigo porque estás tú, y así como lo hacen contigo lo hacen con otros, no hay nadie más especial que otro, se sienten mejor consigo mismos – se encogió de hombros, para ella parecía todo tan fácil y yo todavía no lo había procesado bien porque seguía frustrada – No tienes que preocuparte por lo que digan o piensen de ti, son sus pensamientos, no los tuyos. Tú tienes que saber lo que piensas de ti y es algo que vale mucho más.
– Y me van a seguir rechazando, ¿no? Todo el tiempo. No voy a tener amigos nunca…
– Toma los rechazos como regalos. Cada vez que alguien te rechaza piensa que estás a un paso más de conocerte a ti misma, de estar más cerca de quién eres, de ser tu mejor amiga. Tú nunca estás sola, aunque lo parezca, tú eres tu mejor compañía y quién más debe conocerse – volvió a acariciarme la cara – Siempre te tendrás a ti.
Después de esta reflexión que ahora me parece preciosa, pero que en ese momento no entendí para nada, mi madre me fue cuidando los moretones durante los días siguientes. Seguí rehuyendo a los abusones, seguí sintiéndome rechazada, frustrada y aislada. Supe que, al menos, tenía a mi madre y a mí misma, como ella bien dijo. Ahora lo comprendo, muchos años después. Comprendo que aquellos a quiénes no les gusta estar contigo, quiénes te aíslan, rechazan, tratan de humillar o hacer daño, te dan la oportunidad de, una vez más, acercarte a quién eres, a qué es lo que de verdad te importa y a cuestionarte cosas o, más bien, a cuestionarlo todo.
Te vuelves curiosa, capaz, independiente, observadora. Mientras otros te insultan o tiran por las escaleras o lo que sea que hagan, tú vas aprendiendo en las sombras, sin que nadie se dé cuenta de lo que aprendes, porque no deben saberlo, no les importa. Te conviertes en alguien que es capaz de absorber información, ponerla en práctica y evolucionar para ser alguien mejor, alguien de quién sentirse orgullosa de vez en cuando y no una persona que necesita validación o aceptación externa para ser alguien. Cada moretón, significaba una razón para luchar y conseguir ser libre, porque todo lo que empieza siempre tiene un final, y todo es temporal, nada dura para siempre.
The rejection call:
I remember coming home from school dragging my feet, with a bad feeling in my body, with tears in my eyes, trying to hold back the terrible urge I had to cry. I felt despondent, deeply sad and the words were flooding into my mind, quickly, I couldn’t stop them. All I needed was to vent the information out. The backpack was heavy, so I moved a little to put it back together. My side hurt. And yeah, for days they had pushed me, teased me, harassed me and hit me between classes and during breaks, without me opening my mouth. My body was sore. And the best of all was that I didn’t understand anything, I didn’t understand why.
I entered the house hugging myself with my arms, head down, barely saying hello to my mother and sitting on the couch. I remember opening the book that I was about to finish and starting to read without stopping, I took refuge in the stories a lot to avoid thinking, that habit is still latent. She knew instantly that something was up, I had suddenly stopped talking and hadn’t smiled at her. She came around as soon as she could, sat next to me and looked at me for a moment. I knew she wanted to talk, but I didn’t. I couldn’t, I was going to end up crying and I didn’t want to cry because I was strong. Well, I believed so from that point of innocence. Carefully, my mother took the book in her hands, marked it so I wouldn’t get lost later, and closed the book, leaving it on the coffee table, right in front of the couch. I lowered my head, looking down at my hands. The conversation was about to happen. No.
«Did something happen to you today in class?» She looked at me for a few seconds, waiting for an answer, but I just shrugged, I didn’t want to cry. «Do you want to tell me?» I shook my head instantly, I took off my glasses and rubbed my eyes, I yawned and, as I settled back, I showed the annoyance on my face. My mother took my hands away and saw the bruises, she hugged me and I cried there, I did just what I was avoiding to do.
We hugged for a while until I calmed down. I told her everything without stop, crying, having some breaks to breathe from time to time, I was overwhelmed. She gave me my space and nodded to show that she was listening to me, while she stroked my hair and cheek to calm me down. Until I finished, I let all the words to come out, which in the end, was what I needed but I felt worse and with half-swollen eyes, I hated that feeling. I just wanted to pick up the book and read. I sat up, making the move to grab it, but my mother pushed me back to continue with the talk.
«I don’t understand…» I whispered, still frustrated.
«What you do not understand. my dear?» My mother asked, taking my hand and caressing it gently.
«Why are they like that with me, I don’t do anything to them, I don’t even talk. I just read and go to class,» I shrugged my shoulders, about to cry again. «Am I that bad? Do they hate me for something I don’t know or remember doing? I don’t get it.»
«It’s not you, it’s not about you,» she answered, in a slow voice. I looked up and our eyes connected, in that moment, I listened, I didn’t feel like crying anymore, she was about to say important things and I had always wanted to be like her. «It’s about them not loving themselves enough and they have to do this to others to feel better about themselves.»
«Really…?» My surprised look invited her to nod. «And do they give vent to me?»
«They do it with you because you are there, and just as they do it with you, they do it with others, there is no one more special than another, they just feel better about themselves,» she shrugged her shoulders, to her it all seemed so easy and I hadn’t understood it yet and processed it well enough because I was still frustrated. «You don’t have to worry about what they say or think about you, they are their thoughts, not yours. You have to know what you think about yourself and it is something that it has much more worth.»
«And they are going to continue rejecting me, right? All the time. I will never have friends…»
«Take rejections as gifts. Every time someone rejects you, you can think that you are one step closer to knowing yourself, to who you are, to being your best friend. You are never alone, even if it seems like it, you are your best company and who has to know you the most,» she caressed my face again. «You will always have yourself.»
After this reflection that now seems beautiful to me, but that at that moment I did not understand at all, my mother took care of my bruises during the following days. I continued to avoid bullies, I continued to feel rejected, frustrated and isolated. I knew that, at least, I had my mother and myself, as she rightly said. I understand it now, many years later. I understand that those who don’t like being with you, who isolate you, reject you, try to humiliate or hurt you, give you the opportunity to, once again, get closer to who you are, to what really matters and to question yourself. things or rather, to question everything.
You become curious, capable, independent, observant. While others insult you or throw you down the stairs or whatever they do, you learn in the shadows, without anyone noticing what you learn, because they shouldn’t know, they don’t care. You become someone who is able to absorb information, put it into practice and evolve to be someone better, someone to be proud of from time to time and not a person who needs external validation or acceptance to be someone. Every bruise meant a reason to fight and be free, because everything that begins always has an end, and everything is temporary, nothing lasts forever.
Huellas del Tiempo 