El Ángel que resurge:

Necesitaba salir de allí. Ruido, gente, demasiado en lo que pensar. Quería de verdad que me despidieran, quería irme yo, no sabía qué hacer. Tenía ese delicado sentimiento de no pertenencia, esa constante voz en mi cabeza que me pedía a gritos que saliera corriendo hacia un lugar remoto, escondido de cualquier contacto humano. Subí al coche, conduje sin rumbo, acelerada, totalmente dentro de mi cabeza. Podía notar mis manos cogiendo el volante con fuerza, el asiento debajo de mí, todavía temblando, en tensión, seguía oyéndoles comentar, mi jefe no era precisamente la persona más agradable del mundo y los insultos y el ambiente que reinaba allí, no era tan soportable como el exterior lo hacía parecer.

Con el pie en el acelerador, pisando fuerte, intenté llegar a una zona totalmente remota donde solo había naturaleza, era lo único que podías aguantar en ese momento, el sonido de las hojas al rozarse, de la hierba al pisarla, del olor de las flores al pasar por su lado y de la constante vibración de la vida palpitando entre esos parajes que tan bien te envolvían. Bajé del coche, presa de un ataque de pánico, con la respiración entrecortada, las piernas temblando, los ojos abiertos y el corazón acelerado, dejándome llevar por el viento fresco que rozaba mis mejillas y notando la suela pisando la tierra lentamente. De lo único que estaba segura era de perderme en algún sitio, no querer volver a pensar en papeles que entregar, en los gritos de mi jefe tras llegar tarde por cuarta vez o las miradas despectivas de mis compañeros sin razón aparente cuando pasaba por su lado, habíamos tenido muy poca relación, educada, cordial, nada más que eso, se volvieron cada vez más viles conforme cogían confianza e iban conociéndome más. No quería recordarlo, me dejaba mal sabor de boca.

En cuanto me alejé lo suficiente de esa carretera y me adentré cada vez más al bosque, pude notarme más ligera, libre, mi respiración volvía a ser acompasada, mis labios dejaron de estar apretados, mi garganta volvía a relajarse, incluso, dejaba de tener los músculos tensionados y mi corazón latía con normalidad. Al sentirme más liviana, pude escuchar mucho mejor mis pensamientos, lograba distinguir un atisbo de fastidio, de frustración, de ligera perturbación, de negatividad aprendida en los últimos meses que me estaba llevando de cabeza, lo cual, sabía que necesitaba erradicar. Me senté en un pequeño muro que pude diferenciar a lo lejos, me ayudé con los brazos para subirme y dejé que mis piernas se quedasen colgando. Quería concentrarme en algo más que no fuese el trabajo, que no fuese ese sentimiento desbordante y ese constante repiqueteo de pensamientos trampa.

Hice lo que mi psiquiatra me aconsejó que hiciera en ese tipo de situaciones. Inhala y exhala lentamente, deja que el aire entre en tus pulmones y expúlsalo con suavidad, deja que te impregne la calma y la serenidad, cerrando los ojos y dejándote llevar. Así que, eso fue lo que hice, sin más, con ambas manos sobre mis rodillas y concentrándome en mí, en el ambiente, en mi respiración, sin nada más de lo que preocuparme. Me aislé tanto, o al menos, así es como yo pude notarlo o sentirlo, que no me di cuenta de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, mientras mis ojos seguían cerrados y mi concentración no se desvanecía, era la primera vez que me sentía tan conectada conmigo misma y empezaba a sorprenderme en gran medida. Todo lo que me estaba rodeando, poco a poco, iba desprendiéndose del lugar en el que me encontraba, los árboles iban desapareciendo, la hierba, los pájaros, cualquier sonido que tuviese que ver con ese bosque que mi alma había elegido para resurgir.

Solo estaba yo. Sentada en una pequeña y diminuta parte en una oscuridad embriagadora de la que no me había dado ni cuenta que me estaba rodeando. La espalda empezaba a picarme, al principio, no era muy molesto, pero poco después, fue a más, hasta el punto de ser punzante y de darme ganas de rascarme sin parar, pero no lo hice, no podía, estaba muy concentrada. Empecé a sentir un calor que me rodeaba, mientras mi figura daba vueltas sobre sí misma con lentitud, un círculo energético de color naranja empezaba a forjarse a mi alrededor y a coger soltura y velocidad. Mi espalda empezaba a dolerme, era como si algo fuese a salir de ella, empujaba con fuerza, haciendo que me retorciese sin poder evitarlo, todavía con los ojos cerrados, como si algo me obligara a que no los abriese. Seguía girando, notando que no había nada más que pudiese tocar o hacerme parar, empezaba a sentir una punzada en mi pecho, a preguntarme qué estaba pasando, tratando nuevamente de abrir los ojos.

Un grito desgarrador salió de mi boca sin poder ser reprimido, noté que algo salía de mi espalda sin control alguno, sin poder pararlo, tocarlo o saber qué era con exactitud. Salió de mí con desmesurado ímpetu hasta que pude notarme suspendida en el aire. De repente, pude abrir los ojos, mientras que una luz amarilla me atravesó el pecho, iluminando también mis ojos, haciendo que me revolviese en mi cuerpo. Unas alas blancas habían aparecido de la nada en mi espalda, la oscuridad que me había embriagado durante todo este tiempo empezaba a desvanecerse y ese constante picor que no podía quitarme de encima en el trabajo, había dejado de tener importancia. Ahora podía ser quién yo quisiera ser, podía ser quién renunciaba a ir a un lugar donde no se me respetaba, a aguantar a personas que no tenían valores comunes y, por supuesto, podía pasar por la puerta pensando que siempre que se cierra una puerta, muchas más pueden abrirse y que no es el fin del mundo, no siempre vives en oscuridad y no siempre tienes que sentirte anclado a algo que no te define.

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The Angel who rises:

I needed to get out of there. Noise, people, too much to think about. I really wanted to be fired, I wanted to leave, I didn’t know what to do. I had that delicate feeling of not belonging, that constant voice in my head screaming for me to run away to a remote place, hidden from any human contact. I got in the car, drove aimlessly, accelerated, totally inside my head. I could feel my hands gripping the steering wheel tightly, the seat below me, still shaking, tense, I kept hearing them comment, my boss wasn’t exactly the nicest person in the world and the insults and the atmosphere that reigned there, wasn’t as bearable as the outside made it seem.

With my foot on the accelerator, stomping my feet, I tried to reach a totally remote area where there was only nature, it was the only thing I could stand at that moment, the sound of the leaves rubbing against each other, the grass when I stepped on it, the smell of the flowers as they passed by and the constant vibration of life pulsating between those places that surrounded me so well. I got out of the car, in a panic attack, my breath ragged, my legs shaking, my eyes open and my heart racing, letting myself be carried away by the cold wind that brushed my cheeks and feeling the sole treading the ground slowly. The only thing I was sure of was that I would get lost somewhere, not wanting to think again about papers to turn in, about my boss’s yelling after arriving late for the fourth time or the contemptuous looks of my colleagues for no apparent reason when I passed by them, we had had not much relation to each other, the interactions were polite, warm, nothing more than that, they became more and more vile as they gained confidence and got to know me more. I didn’t want to remember it, it left a bad taste in my mouth.

As soon as I got far enough away from that road and went deeper and deeper into the forest, I could feel lighter, freer, my breathing was rhythmic again, my lips were no longer tight, my throat relaxed again, even my muscles stopped tense and my heart beat normally. As I felt lighter, I was able to hear my thoughts much better, I could distinguish a hint of annoyance, frustration, slight disturbance, learned negativity in the last few months which it was taking myself head first, it was something I knew I needed to eradicate. I sat down on a small wall that I could make out in the distance, helped myself with my arms to climb up and let my legs dangle. I wanted to focus on something other than work, that wasn’t that overflowing feeling and that constant rattling of tricky thoughts.

I did what my psychiatrist advised me to do in those kinds of situations. Inhale and exhale slowly, let the air enter my lungs and exhale it gently, let it permeate you with calm and serenity, closing my eyes and letting myself go. So, that’s what I did, just like that, with both hands on my knees and concentrating on myself, on the environment, on my breathing, with nothing else to worry about. I isolated myself so much, or at least, that’s how I could notice or feel it, that I didn’t realize what was happening around me, while my eyes were still closed and my focus didn’t fade, it was the first time I felt so connected to myself and I was beginning to be surprised to a great extent. Everything that was around me, with a slow pace was detaching itself from the place where I was, the trees were disappearing, the grass, the birds, any sound that had to do with that forest that my soul had chosen to rise.

It was just me. Sitting in a tiny little part in an intoxicating darkness that I didn’t even realize was surrounding me. My back started to itch, at first, it wasn’t very annoying, but soon after, it got worse, to the point of being sharp and making me want to scratch myself non-stop, but I didn’t, I couldn’t, I was very focused. I began to feel a warmth that surrounded me, while my figure slowly turned on itself, an energetic circle of orange began to forge around me and to gain looseness and speed. My back was starting to hurt, it was as if something was going to come out of it, I was pushing hard, making me squirm without being able to help it, still with my eyes closed, as if something was forcing me not to open them. I kept spinning, noticing that there was nothing else I could touch or make me stop, I was starting to feel a twinge in my chest, wondering what was going on, trying again to open my eyes.

A piercing scream came out of my mouth without being able to be suppressed, I noticed that something came out of my back without any control, without being able to stop it, touch it or know what it was exactly. It burst out of me with inordinate impetuosity until I could feel myself suspended in the air. Suddenly, I was able to open my eyes, while a yellow light pierced my chest, illuminating my eyes as well, causing me to wriggle in my body. White wings had appeared out of nowhere on my back, the darkness that had intoxicated me all this time was beginning to fade and that constant itch that I couldn’t shake off at work had ceased. Now I could be whoever I wanted to be, I could be the one who gave up going to a place where I was not respected, putting up with people who had no common values and, of course, I could walk through the door thinking that whenever one door closes, many more can open and that it is not the end of the world. You don’t always live in darkness and you don’t always have to feel anchored to something that doesn’t define you.

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La llamada del rechazo:

Recuerdo volver a casa del colegio arrastrando los pies, con una mala sensación en el cuerpo, con lágrimas en los ojos, tratando de aguantar las terribles ganas que tenía de llorar. Sentía abatimiento, una tristeza profunda y las palabras se me agolpaban en la mente, muy rápido, no podía pararlas. Lo único que necesitaba era desahogarme. La mochila pesaba, así que, me moví un poco para recomponerla. Me dolió el costado. Y sí, desde hacía días que me empujaban, burlaban, vejaban y pegaban entre las clases y en los descansos, sin yo abrir la boca. Tenía el cuerpo adolorido. Y lo mejor de todo era que no entendía nada, no entendía por qué.

Entré en casa abrazándome a mí misma con los brazos, con la cabeza gacha, apenas saludando a mi madre y sentándome en el sofá. Recuerdo abrir el libro que estaba a punto de terminar y empezar a leer sin parar, me refugiaba mucho en las historias para no pensar, ese hábito sigue latente. Ella supo al instante que algo pasaba, me había callado de repente y no le había sonreído. Vino en cuanto pudo, se sentó al lado y me miró un momento. Sabía que quería hablar, pero yo no. No podía, iba a acabar llorando y no quería llorar porque yo era fuerte. Bueno, así lo creía desde mi inocencia. Con cuidado, mi madre cogió el libro entre sus manos, le puso la señal para que no me perdiera luego y cerró el libro, dejándolo encima de la mesa de café, justo frente al sofá. Bajé la cabeza, mirando hacia mis manos. La conversación. No.

– ¿Te ha pasado algo hoy en clase? – me miró durante unos segundos, esperando una respuesta, pero solo me encogí de hombros, no quería llorar – ¿Me lo quieres contar? – negué con la cabeza de forma instantánea, me quité las gafas y me froté los ojos, bostecé y, al acomodarme hacia atrás, mostré la molestia en mi cara. Mi madre apartó las manos y vio los moretones, me abrazó y ahí lloré, justo lo que no quería hacer -.

Estuvimos abrazadas un rato hasta que me calmé. Le conté todo sin parar de llorar, haciendo parones para respirar de vez en cuando, me ahogaba. Ella me dejaba mi espacio y asentía con la cabeza en muestra de que me estaba escuchando, mientras me acariciaba el cabello y la mejilla para que me calmase. Hasta que terminé, me desahogué que, al final, era lo que necesitaba pero me sentía peor y con los ojos medio hinchados, odiaba esa sensación. Solo quería coger el libro y leer. Me incorporé, haciendo ademán de cogerlo, pero mi madre me empujó para atrás para seguir hablando.

– Es que no lo entiendo… – susurré, frustrada -.

– ¿Qué es lo que no entiendes. cariño? – me preguntó mi madre, cogiéndome de la mano y acariciándola suavemente -.

– Por qué son así conmigo, no les hago nada, ni siquiera hablo. Solo leo y voy a clase – me encogí de hombros, a punto de llorar de nuevo – ¿Tan mala soy? ¿Me odian por algo que no sé o no me acuerdo de que he hecho? No lo entiendo.

– No eres tú, no se trata de ti – me respondió, con voz pausada. Levanté la mirada y nuestros ojos conectaron, en ese momento, escuché, ya no tenía más ganas de llorar, estaba apunto de decir cosas importantes y siempre había querido ser como ella – Se trata de ellos que no se quieren lo suficiente y tienen que hacerle esto a otros para sentirse mejor.

– ¿En serio…? – mi mirada de extrañeza, la invitó a asentir – ¿Y la pagan conmigo?

– La pagan contigo porque estás tú, y así como lo hacen contigo lo hacen con otros, no hay nadie más especial que otro, se sienten mejor consigo mismos – se encogió de hombros, para ella parecía todo tan fácil y yo todavía no lo había procesado bien porque seguía frustrada – No tienes que preocuparte por lo que digan o piensen de ti, son sus pensamientos, no los tuyos. Tú tienes que saber lo que piensas de ti y es algo que vale mucho más.

– Y me van a seguir rechazando, ¿no? Todo el tiempo. No voy a tener amigos nunca…

– Toma los rechazos como regalos. Cada vez que alguien te rechaza piensa que estás a un paso más de conocerte a ti misma, de estar más cerca de quién eres, de ser tu mejor amiga. Tú nunca estás sola, aunque lo parezca, tú eres tu mejor compañía y quién más debe conocerse – volvió a acariciarme la cara – Siempre te tendrás a ti.

Después de esta reflexión que ahora me parece preciosa, pero que en ese momento no entendí para nada, mi madre me fue cuidando los moretones durante los días siguientes. Seguí rehuyendo a los abusones, seguí sintiéndome rechazada, frustrada y aislada. Supe que, al menos, tenía a mi madre y a mí misma, como ella bien dijo. Ahora lo comprendo, muchos años después. Comprendo que aquellos a quiénes no les gusta estar contigo, quiénes te aíslan, rechazan, tratan de humillar o hacer daño, te dan la oportunidad de, una vez más, acercarte a quién eres, a qué es lo que de verdad te importa y a cuestionarte cosas o, más bien, a cuestionarlo todo.

Te vuelves curiosa, capaz, independiente, observadora. Mientras otros te insultan o tiran por las escaleras o lo que sea que hagan, tú vas aprendiendo en las sombras, sin que nadie se dé cuenta de lo que aprendes, porque no deben saberlo, no les importa. Te conviertes en alguien que es capaz de absorber información, ponerla en práctica y evolucionar para ser alguien mejor, alguien de quién sentirse orgullosa de vez en cuando y no una persona que necesita validación o aceptación externa para ser alguien. Cada moretón, significaba una razón para luchar y conseguir ser libre, porque todo lo que empieza siempre tiene un final, y todo es temporal, nada dura para siempre.

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The rejection call:

I remember coming home from school dragging my feet, with a bad feeling in my body, with tears in my eyes, trying to hold back the terrible urge I had to cry. I felt despondent, deeply sad and the words were flooding into my mind, quickly, I couldn’t stop them. All I needed was to vent the information out. The backpack was heavy, so I moved a little to put it back together. My side hurt. And yeah, for days they had pushed me, teased me, harassed me and hit me between classes and during breaks, without me opening my mouth. My body was sore. And the best of all was that I didn’t understand anything, I didn’t understand why.

I entered the house hugging myself with my arms, head down, barely saying hello to my mother and sitting on the couch. I remember opening the book that I was about to finish and starting to read without stopping, I took refuge in the stories a lot to avoid thinking, that habit is still latent. She knew instantly that something was up, I had suddenly stopped talking and hadn’t smiled at her. She came around as soon as she could, sat next to me and looked at me for a moment. I knew she wanted to talk, but I didn’t. I couldn’t, I was going to end up crying and I didn’t want to cry because I was strong. Well, I believed so from that point of innocence. Carefully, my mother took the book in her hands, marked it so I wouldn’t get lost later, and closed the book, leaving it on the coffee table, right in front of the couch. I lowered my head, looking down at my hands. The conversation was about to happen. No.

«Did something happen to you today in class?» She looked at me for a few seconds, waiting for an answer, but I just shrugged, I didn’t want to cry. «Do you want to tell me?» I shook my head instantly, I took off my glasses and rubbed my eyes, I yawned and, as I settled back, I showed the annoyance on my face. My mother took my hands away and saw the bruises, she hugged me and I cried there, I did just what I was avoiding to do.

We hugged for a while until I calmed down. I told her everything without stop, crying, having some breaks to breathe from time to time, I was overwhelmed. She gave me my space and nodded to show that she was listening to me, while she stroked my hair and cheek to calm me down. Until I finished, I let all the words to come out, which in the end, was what I needed but I felt worse and with half-swollen eyes, I hated that feeling. I just wanted to pick up the book and read. I sat up, making the move to grab it, but my mother pushed me back to continue with the talk.

«I don’t understand…» I whispered, still frustrated.

«What you do not understand. my dear?» My mother asked, taking my hand and caressing it gently.

«Why are they like that with me, I don’t do anything to them, I don’t even talk. I just read and go to class,» I shrugged my shoulders, about to cry again. «Am I that bad? Do they hate me for something I don’t know or remember doing? I don’t get it.»

«It’s not you, it’s not about you,» she answered, in a slow voice. I looked up and our eyes connected, in that moment, I listened, I didn’t feel like crying anymore, she was about to say important things and I had always wanted to be like her. «It’s about them not loving themselves enough and they have to do this to others to feel better about themselves.»

«Really…?» My surprised look invited her to nod. «And do they give vent to me?»

«They do it with you because you are there, and just as they do it with you, they do it with others, there is no one more special than another, they just feel better about themselves,» she shrugged her shoulders, to her it all seemed so easy and I hadn’t understood it yet and processed it well enough because I was still frustrated. «You don’t have to worry about what they say or think about you, they are their thoughts, not yours. You have to know what you think about yourself and it is something that it has much more worth.»

«And they are going to continue rejecting me, right? All the time. I will never have friends…»

«Take rejections as gifts. Every time someone rejects you, you can think that you are one step closer to knowing yourself, to who you are, to being your best friend. You are never alone, even if it seems like it, you are your best company and who has to know you the most,» she caressed my face again. «You will always have yourself.»

After this reflection that now seems beautiful to me, but that at that moment I did not understand at all, my mother took care of my bruises during the following days. I continued to avoid bullies, I continued to feel rejected, frustrated and isolated. I knew that, at least, I had my mother and myself, as she rightly said. I understand it now, many years later. I understand that those who don’t like being with you, who isolate you, reject you, try to humiliate or hurt you, give you the opportunity to, once again, get closer to who you are, to what really matters and to question yourself. things or rather, to question everything.

You become curious, capable, independent, observant. While others insult you or throw you down the stairs or whatever they do, you learn in the shadows, without anyone noticing what you learn, because they shouldn’t know, they don’t care. You become someone who is able to absorb information, put it into practice and evolve to be someone better, someone to be proud of from time to time and not a person who needs external validation or acceptance to be someone. Every bruise meant a reason to fight and be free, because everything that begins always has an end, and everything is temporary, nothing lasts forever.

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Tinta negra:

La sala estaba vacía, era espaciosa, con un techo alto y se podía denotar un leve olor a flores. Solamente había un recipiente curvo ancho por los lados, al igual que el cuello, permitiendo el acceso más fácil a este, en medio, lleno de un contenido negro intenso que se envolvía en sí mismo, tratando de llamarme hacia él, intentando que me acercase a donde estaba, era como tener un llanto estridente detrás de mi oreja, queriendo empujarme a un destino certero. No podía frenar mis pies, era como si se moviesen solos, como si sus terminaciones nerviosas quisieran revolverse cada vez que me iba a acercando sin tener una clara noción de ello.

Ese llamado cada vez se hacía más audible, presente en cada parte de mi cuerpo, palpitante, queriendo que me acercase más y más al recipiente. Ese ímpetu salía de mi pecho con regocijo, como si una cuerda estuviese unida a este, como si quisiera que no despegara mis ojos de él. Me hacía creer que no iba a hacerme daño, que el camino hacia ello, tenía que ver con los olores que envolvían la habitación, que no había nada que temer, dándome esas ganas increíbles de meterme dentro y ser partícipe de ese momento de júbilo tan prometido. Una vez estuve junto al recipiente, sin siquiera tocar el contenido, me quité los zapatos y metí ambos pies, tan rápido como pude, me dejé el vestido de rosas puesto, me lo había regalado mi madre y no quería quitármelo. Me dejé llevar por completo, algo que no había hecho en veintiséis años que habitaba la tierra.

Ese líquido que ahora cubría mis piernas, era espeso, tibio, incluso, tenía ese toque negro tan intenso que te embriagaba desde la mirada. Me metí dentro dejando que el vestido flotara y que me cubriera por completo, incluso, mi cabello corto hasta la mitad del cuello, castaño y listo, mis ojos negros y mis labios finos, me cubrió entera. Al principio, me dio una sensación muy agradable, era como estar en casa, como respirar el aire fresco que allí habita cuando cruzas la puerta. Pero, en cuanto me di cuenta, empecé a hundirme, pero no podía resistirme a dejarle hacer. No podía dejar de pensar en que iba a morir allí, pero tenía esa inexplicable sensación en mi pecho de tranquilidad que me dejaba perpleja. Intenté moverme un par de veces, pero no pude. Y no quería.

Noté unas punzadas en mi estómago, poco a poco iban penetrando en el vestido y en mi carne, se introducían hasta llegar al otro lado. Pude diferenciar tres al principio, luego cinco después y dos para terminar. La sangre iba brotando de esa herida profunda que se estaba formando y se iba mezclando con el líquido negro que me envolvía. Cuando pensé que mi último aliento iba a revolver mi cuerpo en absoluta incomodidad, noté tres punzadas más ligeras en la parte de arriba de mi pecho, primero en la parte derecha y luego en la parte izquierda, eran cuchillos que se quedaban incrustados en mi carne con gran ímpetu. Mi cuerpo se quedó hundido, en absoluta desesperanza al pensar que no había escapatoria para mí, que la salida era inexistente, totalmente imposible.

De repente, al cabo de lo que me parecieron minutos, mi cuerpo empezó a elevarse dentro de ese líquido y mis ojos se abrieron poco a poco, permitiéndome la movilidad y pudiendo sentarme en el recipiente, siendo consciente de lo que tenía clavado en mi cuerpo. Logré ponerme de pie y arrancarme de mi estómago todas las flechas clavadas, viendo un rato más tarde, cómo la herida que estas habían provocado, volvía al estado anterior, como si nada hubiera ocurrido. Seguidamente, me quité cada cuchillo clavado y pude ver de igual manera que las heridas se curaban. Sorprendida, salí del recipiente, todavía con las piernas bañadas de ese líquido que me había cubierto por completo, me puse los zapatos y, extrañada tras esa experiencia, me di la vuelta y caminé hacia la puerta por donde había entrado. Me llamaba a abrirla, tanto como lo hizo el recipiente hacía un tiempo atrás. Puse la mano en el pomo, le di la vuelta y una luz cegadora dio paso a un abrazo de lo que pareció el destino. No más flechas clavadas, no más cuchillos, no más preocupación, no más mentiras, ni traiciones, pude encontrarme con la más absoluta paz, pude encontrarme una vez más conmigo misma.

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Black ink:

The room was empty, spacious, with a high ceiling and a faint smell of flowers. There was only a curved container wide on the sides, as well as the neck, allowing easier access to it, in the middle, filled with a deep black content that wrapped around itself, trying to call me to it, trying to get me closer to where I was, it was like having a shrill cry behind my ear, wanting to push me to a certain destiny. I couldn’t stop my feet, it was as if they moved on their own, as if their nerve endings wanted to scramble every time I got closer without having a clear notion of it.

That call became more and more audible, present in every part of my body, throbbing, wanting me to get closer and closer to the vessel. That impetus came out of my chest with glee, as if a rope were attached to it, as if I wanted it to keep my eyes from it. It made me believe that it wasn’t going to hurt me, that the path to it had to do with the smells that enveloped the room, that there was nothing to fear, giving me that incredible desire to get inside and be part of that moment of joy so promised. Once I was next to the container, without even touching the contents, I took off my shoes and put both feet in, as fast as I could, I left the rose dress on, it had been given to me by my mother and I didn’t want to take it off. I let myself go completely, something I hadn’t done in twenty-six years that I inhabited the earth.

That liquid that now covered my legs, was thick, warm, even, it had that black touch so intense that it intoxicated you from the glance. I went inside letting the dress float and cover me completely, even my short hair to the middle of the neck, brown and straight, my black eyes and my thin lips, it covered me completely. At first, it gave me a very pleasant feeling, it was like being at home, like breathing the fresh air that lives there when you walk through the door. But, as soon as I realized it, I began to sink, but I couldn’t resist letting it do it. I couldn’t stop thinking that I was going to die there, but I had that inexplicable feeling of tranquility in my chest that perplexed me. I tried to move a couple of times, but I couldn’t. And I didn’t want to.

I felt some pangs in my stomach, slowly they were penetrating the dress and my flesh, they were entering until they reached the other side. I was able to differentiate three at the beginning, then five later and two to finish. Blood was gushing out of that deep wound that was forming and mixing with the black liquid that enveloped me. When I thought that my last breath was going to stir my body in absolute discomfort, I noticed three lighter in the upper part of my chest, first in the right part and then in the left one, they were knives that remained embedded in my flesh with great momentum. My body sank, in absolute despair at the thought that there was no escape for me, that the way out was non-existent, totally impossible.

Suddenly, after what seemed like minutes, my body began to rise within that liquid and my eyes opened gradually, allowing me mobility and being able to sit in the container, being aware of what I had nailed in my body. I managed to stand up and tear all the arrows out of my stomach, seeing a while later, how the wound they had caused, returned to the previous state, as if nothing had happened. Then I removed each knife and could see the wounds healing. Surprised, I got out of the container, my legs still bathed in that liquid that had completely covered me, I put on my shoes and amazed after that experience, I turned around and walked towards the door through which I had entered. It called me to open it, just as the container had done a while ago. I put my hand on the knob, turned it over and a blinding light gave way to an embrace of what seemed like fate. No more arrows thrust, no more knives, no more worry, no more lies, no more betrayals, I was able to find myself in absolute peace, once again I could reincounter with myself.

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Largo camino:

Entré en la cafetería y me senté en el primer puesto libre que vi, estaba bastante lleno, me suele molestar el ruido. Pero bueno, lo que se tiene que hacer, se tiene que hacer. Había quedado con alguien bastante esperado y que hacía tiempo necesitaba tener unas palabras, era alguien que me estaba arrastrando al pasado, tanto con las decisiones que tomaba a diario como con las que decidía no tomar, con mis miedos, limitaciones y creando todo tipo de situaciones adversas que no sabía si iban a ocurrir y, para eso, tuve que abrir una puerta, una puerta muy pesada y gruesa localizada en el sótano donde ella residía, donde el Monstruo dormitaba. Sabía que no iba a estar contenta, mucho menos, después de no vernos en unos quince años.

La vi caminar hacia mí a través del pasillo, no fue a la barra a pedir nada, no me extrañaba, a cualquiera se le puede ir el apetito tras haber estado encerrado años. Sus ojos castaños caídos, su cabello castaño ondulado largo llegando hasta las costillas un tanto seco, despeinado incluso, sus labios se mantenían apretados y su tez igual de pálida que la mía, delgada, vestida con la misma ropa con la que la encerré. Tragué saliva, tratando de ordenar mis pensamientos. Mi yo de 16 años. Esto iba a ser divertido. Se sentó frente a mí, no dijo una palabra, seguía seria. La saludé, solo hizo un movimiento de cabeza, apoyó su espalda en el asiento de atrás y se cruzó de brazos. Esa fue mi orden de salida.

– He querido que nos reuniéramos porque creo que necesitamos una charla. Sería lo adecuado después de…

– Después de mantenerme en ese sitio durante años. Sí, buena idea – puso los ojos en blanco – Ya, seguro que merece la pena hacerlo.

– Siento haberte encerrado así, pero era lo mejor en ese momento. Teníamos que dirigirnos por otro camino, el que tú tenías pensado no era del todo el correcto – nos miramos a los ojos por un momento, el silencio se volvió un tanto incómodo, ella se movió en su asiento mirando hacia otro lado. No estaba de acuerdo – Y creo que ahora me estás reteniendo de muchas cosas que podría hacer, por todo lo que nos ha pasado, por todas las personas que nos han herido, por toda la memoria que tenemos de todo, la mayor parte viene de mi versión de 16 años, como comprenderás, me gustaría avanzar.

– No deberías. Deberías recordarlo todo, todo lo que nos han hecho, pieza a pieza, no olvidarte. No deberías dejar de sentir esto, de limitarte un poco, de frenarte, cualquiera puede ser quién no es, cualquiera puede hacerte daño cuando menos lo esperes, cualquiera puede dejarte atrás sin importarle lo más mínimo y no hay despedidas, les importas una mierda. Deberías recordarlo y punto, no creo que debas avanzar tanto – espetó, quedándose sin aliento en algunos puntos, su voz era tensa y sus brazos se apretaron mucho más a su cuerpo, sus ojos se humedecieron por un momento y apretó más los labios – Es difícil, joder.

Me cogí un momento para reordenar las ideas en mi mente. Era evidente que habíamos sufrido mucho, que teníamos todavía heridas abiertas, recuerdos muy vívidos de lo que nos habían hecho otros, pero para mí avanzar siempre ha significado curar heridas y seguir adelante de una manera más liviana, más resiliente, más calmada y dejar atrás esa agonía perpetúa que a esta versión le cargaba tanto. Extendí mis manos e hice ademán de coger las suyas, negó con la cabeza, siempre negada a que le dieran cariño, nunca lo pedía porque no creía que fueran a dárselo, de hecho, no lo hacían. Volví los brazos al mismo sitio y entrelacé los dedos, observando su expresión, sus heridas estaban abiertas, de hecho, sangraban.

– No me refiero a olvidarlo, porque no vamos a hacerlo yo creo que nunca. Pero al menos, poner de nuestra parte para no influir en nuestro presente tanto, para no herir a nadie porque nosotras estamos aún heridas y estancadas en ciertos estados, no deberíamos de seguir pensando lo que pensamos tan a menudo, deberíamos de liberar un poco las cargas y ahí es donde entras tú, necesito que me ayudes con eso, eres la versión mía más pesada, más agónica, la que más ha sufrido en silencio, la que más…

– No seas hipócrita, sigues sufriendo en silencio – me interrumpió, mirándome a los ojos con fijeza – No quieres reconocerlo porque eso tumbaría esa mierda de rutinas que llevas, motivación y cosas del estilo. Se te ve en los ojos, lo llevas dentro tatuado.

– Pero no se siente igual. ¿Es pesado? Sí. ¿Ha traído lecciones? Sí. En eso me fijo. Aunque sigo creyendo que se debe aligerar la carga. Hay situaciones que superan más de la cuenta porque me limitas, aumentas ese pánico y ese recelo hacia todo, me aprisionas en la tristeza y no puedo seguir. Necesito un respiro de eso o no voy a poder manejar ciertas otras cosas, no puedo estar siempre empujando sola, ¿lo entiendes?

– Te quieres deshacer de mí, ¿es eso? – volvió a desviar la mirada, afectada – Ya no estás satisfecha con tirarme a una habitación oscura en un sótano, sino que ahora quieres hacerme desaparecer.

– Te ofrezco que te unas a mí y que juntas nos vayamos deshaciendo de los baches, no más habitaciones oscuras, ni sótano, ni nada. Prometido – le dije, levantando la mano -.

– No prometas lo que no puedas cumplir, lo aprendimos con nueve años.

Tragué salida, era dura. Todavía recuerdo cada parte de esa personalidad tan ruda, que decía todo lo que le salía de la boca sin reparos, sin pensar a quién le hacía daño, simplemente, lo soltaba sin más. Recuerdo el insomnio, la rabia contenida, los rechazos, los engaños, las traiciones… todo. Era ruda, pero con razón, estaba más que harta de que jugaran con ella como les diese la gana. Y, sobre todo, la tristeza que llevaba dentro era tal que creía que no podría manejarla por más tiempo.

Sabía que no habría un trato que hacer allí, así que tendría que hacerlo por la fuerza, como lo había hecho todo con ella, cambiando patrones a lo bruto, en extremo, cortante, determinante y decidida. Aproveché cuando descansó ambos brazos sobre la mesa, aún mirando por la ventana, en silencio. Mi mano derecha cogió su brazo izquierdo y me concentré para que la fusión tuviese lugar. Una luz amarilla muy potente salió de mi mano y empezó a desintegrar a mi otra versión hasta el punto de adentrarse en mi interior poco a poco. La luz se fue apagando y delante de mí tan solo había un asiento vacío. Noté que se revolvía en mi pecho, incómoda, gritaba, pero supe que, en cuanto encontrara su habitación, justo al lado de mi versión de niña pequeña, estaría bien, a salvo, como siempre quiso estar. Como siempre quisimos estar.

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Long road:

I went into the cafeteria and sat down at the first free stall I saw, it was quite crowded, I am usually bothered by noise. But hey, what has to be done, has to be done. I had met someone I had been waiting for and who had needed to have a few words for a long time, it was someone who was dragging me to the past, both with the decisions I made daily and with those I decided not to make, with my fears, limitations and creating all kinds of adverse situations that I didn’t know if they were going to happen. and, for that, I had to open a door, a very heavy and thick door located in the basement where she resided, where the Monster snoozed. I knew she wasn’t going to be happy, let alone after we hadn’t seen each other in about fifteen years.

I saw her walk towards me across the hallway, she didn’t go to the bar to ask for anything, I wasn’t surprised, anyone can lose their appetite after being locked up for years. Her brown eyes drooping, her long wavy brown hair reaching to her ribs a little dry, even disheveled, her lips were kept pressed together and her complexion was just as pale as mine, thin, dressed in the same clothes I locked her in. My 16-year-old self. This was going to be fun. She sat down across from me, didn’t say a word, was still serious. I greeted her, just nodded her head, rested her back on the back seat, and crossed her arms. That was my order to start.

«I wanted us to meet because I think we need a talk. It would be the right thing to do after…»

«After staying in that place for years. Yeah, good idea,» she rolled her eyes, «Yeah, I’m sure it’s worth doing it.»

«I’m sorry I locked you up like that, but it was the best thing to do at the time. We had to go through another path, the one you had in mind wasn’t quite the right one.» We looked into each other’s eyes for a moment, the silence became a bit awkward, she shifted in her seat looking away. She didn’t agree. «And I think now you’re holding me back from a lot of things that I could do, because of everything that’s happened to us, because of all the people who have hurt us, because of all the memory we have of everything, most of it comes from my 16-year-old version, as you understand, I’d like to move forward.»

«You shouldn’t. You should remember everything, everything they’ve done to us, piece by piece, not forget about it. You shouldn’t stop feeling this, limiting yourself a little, slowing you down, anyone can be who they’re not, anyone can hurt you when you least expect it, anyone can leave you behind without caring in the slightest and there are no goodbyes, they don’t give a shit. You should remember it and that’s it, I don’t think you should go that far.» she snapped, getting out of breath at some points, her voice was tense and her arms were much tighter to her body, her eyes moistened for a moment and she pressed her lips tighter. «It’s hard, damn it.»

I took a moment to rearrange the thoughts in my mind. It was clear that we had suffered a lot, that we still had open wounds, very vivid memories of what others had done to us, but for me moving forward has always meant healing wounds and moving forward in a lighter, more resilient, calmer way and leaving behind that perpetual agony that this version was so burdened with. I stretched out my hands and made a gesture to take hers, she shook her head, always refusing to be given affection, she never asked for it because she didn’t think they were going to give it to her, in fact, they didn’t. I turned my arms to the same place and interlaced my fingers, observing her expression, her wounds were open, in fact, they were still bleeding.

«I don’t mean to forget it, because we’re not going to do it, I don’t think we’ll ever do. But at least, do our part so as not to influence our present so much, so as not to hurt anyone because we are still wounded and stagnant in certain states, we should not continue to think what we think so often, we should release the burdens a little and that’s where you come in, I need you to help me with that, You are the heaviest, most agonizing version of me, the one who has suffered the most in silence, the one who has suffered more…»

«Don’t be an hypocrite, you continue suffering in silence,» she interrupted me, looking me straight in the eyes. «You don’t want to admit it because that would knock down that shit of routines that you have, motivation and things like that. I can see it in your eyes, you have it tattooed inside.»

«But it doesn’t feel the same. Is it heavy? Yeah. Have it brought lessons with it? Yeah. That’s what I look at. Although, I still believe that the load should be lightened. There are situations that go beyond the necessary because you limit me, you increase that panic and that suspicion towards everything, you imprison me in sadness and I can’t go on. I need a break from that or I’m not going to be able to handle certain other things, I can’t always be pushing alone, alright?»

«You want to get rid of me, is that it?» She looked away again, affected. «You are no longer satisfied with throwing me into a dark room in a basement, but now you want to make me disappear.»

«I offer you to join me and that together we get rid of the potholes, no more dark rooms, no basement, no nothing. Promised,» I said, raising my hand.

«Don’t promise what you can’t keep, we learned that when we were nine years old.»

I swallowed out, she was tough. I still remember every part of that tough personality, who said everything that came out of her mouth without hesitation, without thinking about who she was hurting, she just let it go. I remember the insomnia, the pent-up rage, the rejections, the deceptions, the betrayals… all. She was rude, but rightly so, she was more than fed up with being played with however they wanted. And most of all, the sadness she carried inside was such that she believed she couldn’t handle it any longer.

I knew there wouldn’t be a deal to be made, so I’d have to do it by force, as I’d done everything with her, changing patterns to the brutish, in the extreme, sharp and determined. I took advantage of it when she rested both arms on the table, still looking out the window, in silence. My right hand grabbed her left arm and I focused so that the fusion would take place. A very powerful yellow light came out of my hand and began to disintegrate my other version to the point of entering me at slow pace. The light went out and there was only an empty seat in front of me. I felt her wriggle in my chest, uncomfortable, screaming, but I knew that as soon as she found her room, right next to my little girl version, she would be fine, safe, as she always wanted to be. Like we always wanted to be.

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Ser personaje:

Estaba acostada en el sofá, de color gris, sencillo, al igual que los demás muebles de la habitación en la que me encontraba, con paredes de madera y un ambiente de lo más hogareño. Recuerdo ir vestida con unos pantalones a media rodilla de deporte negros y una camiseta roja con letras negras en los costados de las mangas, había terminado de hacer ejercicio y solo me había echado para dejarme llevar un poco, estaba cansada. Lo único que sabía era que el escenario que me envolvía iba cambiando, que había zonas donde podía encontrarme con el mar o árboles de diferentes tamaños, donde la energía que la naturaleza me proveía era única e inigualable.

Y yo solo pensaba en cómo sería. Cómo sería ver desde aquí todo lo imposible, cómo se materializaría, cómo tendría ese color diferente, ese pequeño resquicio de oportunidad donde la fantasía deja entrever un rayo de esperanza. El escenario va cambiando, las hojas de los árboles son verdes, otras veces de un tono cobrizo, y otras muchas no las hay. Es constante, casi imperceptible, me congela y me hace preguntarme dónde voy a estar nuevamente. Podía caminar sobre la hierba recién cortada, mojada, tocando mis pies descalzos, podía recibir de las raíces de los árboles un montón de energía que ni yo me había imaginado, entraba por los pies me iba subiendo hacia arriba, haciendo que mi cuerpo se enderezara en ella, dejándola entrar poco a poco, cubriendo cada parte de mí, hasta tenerme eclipsada, no dejaba de girar a mi alrededor, sin parar, mis ojos empezaban a cambiar de color, de castaños a verde muy oscuro, dejando que una luz perforara mi pecho y se expandiera a lo largo de la habitación.

Mirar por la ventana y comprender que las montañas están ahí para ti, que algunas veces se congelan, y otras muchas, muestran ese manjar frondoso que tanto predomina en ellas. Sabía tanto y tan poco de ello, quizá ese día era morena y otro muy diferente, rubia, con ojos oscuros o claros, respirando el aire fresco de la mañana o quizá tomando un café a la orilla de un mar picado, dentro de otro escenario diferente, uno puede que más íntimo, más personal, formando una historia que nunca se tenga interés de terminar. En singularidad, caminando entre los árboles que me contemplaban, volviendo sobre mis pies, a paso lento, otros muchos, en galope, con esa necesidad de llegar a la cima y ver esas perfectas vistas.

Se contemplan momentos de solitud, de cercanía, de compañía, amores perdidos, de amistades encontradas, de viajes en avión aplazados, de comidas de trabajo, de noches sin dormir, de historias donde lo sobrenatural se vuelve tan real como tus manos. A veces, llega a estar tan clara la interpretación de un personaje que solo tienes que aprender a llevar su piel, a camuflarte en ella, en comprenderlo y revestir un nuevo rol. Un rol que no creías posible, una gota de inspiración absorbida entre horas de pensamiento ligero, entre momentos de libertad o problemas sin resolver, entre caos inhóspito y un temple que caracteriza a quién lo lleva, a noches sin dormir y a susurros inequívocos de que algo ocurre y que no es real. Una inspiración que viene de la más absoluta oscuridad.

Un personaje que lleva a otro un cambio de vestuario, de tono de piel, de color de ojos, de grosor en los labios, algunos con pecas alrededor de la nariz y otros con pómulos rosados, de alturas diferentes, con hábitos y gustos dispares, con mundos que no esperan encontrarse en futuros inciertos, con formas de caminar que les hacen llegar a un destino acogedor. Un personaje que no deja que desear, trabajado, improvisado o no, entendido, llevado a un punto distante en el tiempo para poder acompañarlo en el escenario en el que se encuentra, un personaje que se compone de lo imposible, lo que quizá no podría tocarse o aprenderse, lo que no es tangible, quizá lo que a alguien más le gustaría ser. Un personaje que se compone de muchas piezas que encajar, que se muestra tal como es, sin tapujos, en un escenario presentado, perfecto para ese momento, para ese lugar concreto, venido de una idea fugaz, dispar, concreta, donde esas fotos que se presentan delante de ti en movimiento, las cuales, empiezan a hacer mella, a ser importantes y a salir de tus labios a través de tus manos para llegar al teclado y lo que se necesita ser expresado, se exprese con soltura y nitidez.

Los cambios de escenario, nunca cambiaron. Hoy tampoco lo hacen. Yo creo que tampoco los siguientes días que componen la semana, los meses y los años, he seguido acostada en este sofá, mirando hacia arriba, viendo los escenarios planificarse, moverse, completarse, y verme a mí caminando entre ellos, materializándolos, formando parte de ellos y adentrándome en lugares que no sabía podría encontrarme. Los personajes seguimos un camino concreto, un momento que dista de lo normal, seguimos un patrón, una dicha, una energía puesta en nosotros, un amor incondicional aflorado a través de la piel, una delicada caricia en la que sabemos cómo dirigirnos a lo que nos rodea, con sensibilidad, con elocuencia, con respeto y abrazando lo que de verdad importa.

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To be a character:

I was lying on the sofa, which was gray, simple, just like the other furniture in the room I was in, with wooden walls and a very homely atmosphere. I remember wearing black sweatpants and a red t-shirt with black letters on the sides of the sleeves, I had finished working out and I just layed down to let myself go a bit, I was tired. The only thing I knew was that the scenerio that surrounded me was changing, that there were areas where I could meet the sea or trees of different sizes, where the energy that nature provided me was unique and unmatched.

And I was just thinking about what it would be like. What it would be like to see the impossible happening in front of you, how it would be materialized, how it would have that different colour, that small glimmer of opportunity where fantasy gives a glimpse of a ray of hope. The scenery changes, the leaves of the trees are green, sometimes coppery and many times there are none. It’s constant, almost imperceptible, it freezes me and makes me wonder where I’m going to be again. I could walk on the freshly cut, wet grass, touching my bare feet. I could receive from the roots of the trees a lot of energy that I hadn’t even imagined, it entered through the feet and went upwards, making my body straighten in it, letting it slowly, covering every part of me. Until I was eclipsed, I kept spinning around me, without stopping, my eyes began to change colour, from brown to very dark green, letting a light pierce through my chest and it expanded around the room.

Looking out the window and understanding that the mountains are there for you, that sometimes they are froze and many times, they show that leafy delicacy that predominates in them. I knew so much and so little about it, maybe that day I was dark-skinned and another very different one, blonde, with dark or light eyes. Breathing in the fresh morning air or perhaps having a coffee on the shore of a choppy sea, in a different setting, one may be more intimate, more personal, forming a story that one is never interested in ending. In singularity, walking among the trees that contemplated me, returning on my feet, at a slow pace, many others, galloping, with that need to reach the top and see those perfect views.

Moments of solitude, of closeness, of companionship, of lost loves, of found friendships, of postponed plane trips, of working lunches, of sleepless nights, of stories where the supernatural becomes as real as your hands are contemplated. Sometimes, the interpretation of a character becomes so clear that you just have to learn to wear their skin, to camouflage yourself in it, to understand them and take on a new role. A role you didn’t think possible, a drop of inspiration absorbed between hours of light thought, between moments of freedom or unsolved problems, between inhospitable chaos and a temper that characterizes those who wear it, sleepless nights and unmistakable whispers that something is happening and that it is not real. An inspiration that comes from an utter darkness.

A character who brings to another a change of costume, skin tone, eye colour, lip thickness, some with freckles around the nose and others with pink cheekbones, of different heights, with disparate habits and tastes, with worlds that do not expect to meet in uncertain futures, with ways of walking that make them arrive at a welcoming destination. A character that leaves nothing to be desired, worked, improvised or not, understood, taken to a distant point in time to be able to accompany him on the stage in which he finds himself, a character that is made up of the impossible, what perhaps could not be touched or learned, what is not tangible, perhaps what someone else would like to be. A character that is made up of many pieces to fit together, that is shown as it is, openly, in a presented scenario, perfect for that moment, for that specific place, where those photos that are presented in front of you in motion, which begin to make a dent, to be important and to leave your lips through your hands to reach the keyboard and what needs to be expressed, is expressed with ease and clarity.

The changes of scenery never changed. Today they don’t either. I don’t think that even the following days that make up the week, the months and the years, I have continued to lie on this couch, looking up, watching the scenarios plan, move, complete and looking at myself walking among them, materializing them, being part of them and entering places that I didn’t know I could find. The characters follow a specific path, a moment that is far from normal, we follow a pattern, a joy, an energy put into us, an unconditional love that emerges through the skin, a delicate caress in which we know how to address what surrounds us, with sensitivity, with eloquence, with respect and embracing what really matters.

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Comentando libro «Wabi Sabi» – Beth Kempton:

Wabi Sabi es un concepto cautivador de la estética japonesa, que nos ayuda a ver la belleza en la imperfección, apreciar la simplicidad y aceptar la naturaleza transitoria de las cosas. Con raíces en el zen y el camino del té, la sabiduría atemporal del wabi sabi es más relevante que nunca para la vida moderna a medida que buscamos nuevas formas de abordar los desafíos de la vida y buscar significado más allá del materialismo.

Wabi Sabi es un antídoto refrescante para nuestro mundo acelerado e impulsado por el consumo, que te animará a reducir la velocidad, reconectarte con la naturaleza y ser más amable contigo mismo. Wabi Sabi es un antídoto refrescante para nuestro mundo acelerado e impulsado por el consumo, que te animará a reducir la velocidad, reconectarte con la naturaleza y ser más amable contigo mismo. Te ayudará a simplificar. Revisa todo y concéntrate en lo que realmente importa.

Desde honrar el ritmo de las estaciones hasta crear un hogar acogedor, desde replantear el fracaso hasta envejecer con gracia, wabi sabi te enseñará a encontrar más alegría e inspiración a lo largo de tu vida perfectamente imperfecta.

Compré este libro en Edimburgo y lo primero que llamó mi atención fue el título, que venía de una sabiduría japonesa y que tenía que ver con algo tan real como vivir una vida que sea perfectamente imperfecta. Lo que me atrajo de esto fue que, muchas veces, nosotros como seres humanos confundimos lo imperfecto con que es malo y lo perfecto con que lo estamos haciendo bien y, realmente, no es así. Somos seres imperfectos viviendo vidas imperfectas con detalles, simplezas y defectos que nos forman como personas y que nos hacen ser quiénes somos.

Lo primero que me ha atraído tanto del libro, ha sido la forma en la que la autora escribe todo lo que tiene que ver con esta sabiduría japonesa llamada Wabi Sabi, la cual, ha estado estudiando durante tantos tantos años en sus viajes a Japón. Nos va mostrando poco a poco todo lo aprendido y lo que ha ido desarrollando gracias a esta sabiduría tan antigua, la cual, nos deja entrever la sencillez y simpleza con la que podemos llevar nuestra vida a un nivel más relajado, más conectado con nosotros mismos y nuestra capacidad para aceptar las situaciones que vivimos y dejar ir aquellas que no nos sirven en este punto de nuestras vidas. Nos deja encontrarnos con la naturaleza desde un punto de vista en el cual podemos ser quiénes somos sin necesidad de máscaras o de ser alguien más que no nos define, porque esta nos envuelve y nos acepta, nos da la bienvenida y nos termina mostrando lo conectada que está con la literatura y la creatividad.

Hay una parte muy interesante e importante, donde nos habla de la aceptación del pasado y el presente, de quiénes somos y nuestras imperfecciones, dejando verlo todo sin resistirnos, mostrándonos que lo contrario a lo que es imperfecto es la perfección, la cual, no es permanente y tiende a ser incompleta. Por tanto, debemos dejar ir la perfección, aceptando las situaciones difíciles y dejando que el futuro suceda como debe suceder estando abierto a él. También apunta al fracaso, el cual, no nos muestra una forma en la que estamos fallando en la situación o a nosotros mismos, sino que, podemos aprender de ello y seguir adelante, porque siempre estamos aprendiendo.

Los siguientes temas tienen que ver con disfrutar de los pequeños momentos, el enriquecer las relaciones contigo mismo y otras personas con las que ya tienes vínculo, y también tratar de encontrar tu pasión en tu trabajo. Es interesante el hecho de que un libro tan dedicado a la cultura japonesa, pueda mostrar esa libertad de ser uno mismo dentro de la imperfección, de el fracaso, del miedo o el constante cambio. Se puede denotar que la autora ha puesto mucho cariño, amor y dedicación a realizar esta pequeña investigación sobre «Wabi Sabi», donde ha podido compartir una enseñanza que se puede aplicar en cualquier ámbito de la vida, pudiendo absorberlo de una manera delicada y sencilla. Recomiendo la lectura al cien por ciento si se quiere desarrollar este tipo de conocimiento.

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Commenting «Wabi Sabi» book Written by Beth Kempton:

Wabi sabi is a captivating concept from Japanese aesthetics, which helps us to see beauty in imperfection, appreciate simplicity and accept the transient nature of all things. With roots in zen and the way of tea, the timeless wisdom of wabi sabi is more relevan than ever for modern life as we search for new ways to approach life’s challenges and seek meaning beyound materialism.

Wabi sabi is a refreshing antidote to our fast-paced, consumption-driven world, which will encourage you to slow down, reconnect with nature and be gentler on yourself. It will help you simplify everything, and concentrate on what really matters.

From honouring the rhythm of the seasons to creating a welcoming home, from reframing failure to ageing with grace, wabi sabi will teach you to find more joy and inspiration throughout your perfectly imperfect life.

I bought this book in Edinburgh and the first thing that caught my attention was the title, which came from a Japanese wisdom and had to do with something as real as living a life that is perfectly imperfect. What attracted me to this was that, many times, we as human beings confuse imperfect with bad and perfect with what we are doing well and, really, it is not. We are imperfect beings living imperfect lives with details, simplicity and defects that shape us as people and make us who we are.

The first thing that has attracted me so much about the book has been the way in which the author writes everything that has to do with this Japanese wisdom called Wabi Sabi, which she has been studying for so many years in her travels to Japan. With a slow pace, she shows us everything she has learned and what she has developed thanks to this ancient wisdom. It gives us a glimpse of the simplicity with which we can take our lives to a more relaxed level, more connected with ourselves and our ability to accept the situations we live in and let go of those that do not serve us at this point in our lives. It allows us to encounter nature from a point of view in which we can be who we are without the need for masks or to be someone else who does not define us. Because it envelops us and accepts us, welcomes us and ends up showing us how connected it is with literature and creativity.

There is a very interesting and important part, where he talks about the acceptance of the past and the present, of who we are and our imperfections, letting us see everything without resisting, showing us that the opposite of what is imperfect is perfection, which is not permanent and tends to be incomplete. Therefore, we must let go of perfection, accepting difficult situations and letting the future happen as it should happen by being open to it. It also points to failure, which doesn’t show us a way in which we are failing in the situation or ourselves, but rather, we can learn from it and move on, because we are always learning.

The following topics have to do with enjoying the little moments, enriching relationships with yourself and other people you already have a bond with, and also trying to find your passion in your work. It’s interesting that a book so dedicated to Japanese culture can show that freedom to be oneself within imperfection, failure, fear or constant change. It can be noted that the author has put a lot of affection, love and dedication into carrying out this small research on «Wabi Sabi», where she has been able to share a teaching that can be applied in any area of life, being able to absorb it in a delicate and simple way. I recommend this reading one hundred percent if you want to develop this kind of knowledge.

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Sentir:

Sentir, cuando siempre ha sido una carga, cuando siempre has tenido que esconderlo, cuando siempre has tenido que ser quién no eres, cuando has tenido que materializar tus miedos más profundos para no hacerlo, para no estar en contacto con tus emociones, con esa intensidad, con esa oscuridad embriagadora que termina absorbiendo todo lo que hay dentro de ti. Sentir, aunque quién esté a tu alrededor no te entienda, no sepa que eres alguien independiente con esa capacidad. Sentir, aunque otros se rían de tus sentimientos, no te preocupes, forma parte del proceso, porque no eres un animal sino un ser humano que se expresa. Sentir, aunque pese, aunque te desviva, aunque te vuelva loco, aunque no sepas cómo interpretarlo al principio, aunque ni siquiera sepas qué significa.

Sentir, cuando nadie lo espere, cuando otros no estén preparados, cuando estés a punto de irte a dormir y solo quieras llorar. Porque puedes. Sentir, aunque todo el mundo te mire extrañado. Sentir, aunque sientas que el mundo a tu alrededor se rompe y tú vas a hacerlo también. Sentir, aunque sea lo último que hagas durante el día, tener ese contacto contigo mismo, con lo que te identifica, con tu misma esencia. Sentir, aunque a los demás no les importe. Sentir, aunque nadie escuche, aunque no forme un precedente, aunque se discuta, aunque entres en conflicto eterno. Sentir, cuando no hayan más salidas, más explicaciones, o incluso, creas que no puedes salir adelante. Sentir, aunque parezca que los días no se terminen y las horas sean infinitas. Sentir, aunque nada sea para siempre y creas que no hay más opciones que las de caminar descalzo sobre espinas. Sentir, aunque nadie crea una palabra de lo que dices y quieras dejar de intentarlo.

Sentir, aunque sepamos de antemano que no va a servir para nada, aunque nos duela tanto que no queramos dejarnos llevar. Sentir, porque somos quiénes somos y no podemos cambiar. Sentir, aunque no podamos dormir en días, aunque vivamos en la constante inseguridad, aunque queramos convertirnos en la nada y desaparecer. Sentir, aunque prefiramos volvernos invisibles y no volver a encontrarnos con quiénes nos han silenciado. Sentir, aunque creas que ha dejado de valer la pena, aunque sea lo último que hagas, aunque hayas dejado de comprenderte. Sentir, aunque nada tenga sentido, aunque estés lejos de encontrar soluciones a lo imposible. Sentir, aunque siempre seas el último en todo.

Sentir intensamente, porque puedes. Sentir de esa forma tan bonita, dulce, cariñosa, porque así eres y no puedes cambiarlo. Sentir con todas tus fuerzas porque esa es tu esencia, así es como te expresas, así es como eres. Sentir de mil y una maneras diferentes, que nadie te diga cómo hacerlo, cómo ser, cómo mostrarte. Sentir todo a la vez y nada cuando no sepas qué decir. Sentir cuando te pierdes y cuando ganas confianza, tiempo y esfuerzo. Sentir en todas partes y rincones, sentir cada poro de tu piel, sentir tu corazón palpitar, tus pasiones y deseos, tus buenos y malos momentos. Sentir cada palabra vibrar al ser pronunciada, al ser comprendida, al ser cantada o bailada, al acariciar tus labios. Sentir hasta la sorpresa, hasta sentirte pleno, hasta volverte loco, hasta hacer cosas de las que te arrepentirías. Sentir tanto que no pudieses dejar la Luna pasar sin darle un beso.

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Feel:

Feel, when it has always been a burden, when you have always had to hide it, when you have always had to be who you are not, when you have had to materialize your deepest fears in order not to do it, to not be in touch with your emotions, with that intensity, with that intoxicating darkness that ends up absorbing everything inside you. Feel, even if those around you don’t understand you, don’t know that you’re someone independent with that ability. Feel, even if others laugh at your feelings, don’t worry, it’s part of the process, because you’re not an animal but a human being who expresses itself. Feel, even if it weights, even if it drives you crazy, even if you don’t know how to interpret it at first, even if you don’t know what it means.

Feel, when no one expects it, when others are not ready, when you are about to go to sleep and just want to cry. Because you can. Feel, even if everyone looks at you strangely. Feel, even if you feel that the world around you is breaking apart and you are going to too. Feel, even if it’s the last thing you do during the day, to have that contact with yourself, with what identifies you, with your very essence. Feel, even if others don’t care. Feel, even if no one listens, even if it doesn’t form a precedent, even if it is argued, even if you enter into an eternal conflict. Feel, when there are no more ways out, more explanations, or even, you believe that you can’t get ahead. Feel, even if it seems that the days are not ending and the hours are endless. Feel, even if nothing lasts forever and you believe that there are no other options than to walk barefoot on thorns. Feel, even if no one believes a word of what you say and you want to stop trying.

Feel, even if we know in advance that it will be useless, even if it hurts so much that we don’t want to get carried away. Feel, because we are who we are and we can’t change. Feel, even if we can’t sleep for days, even if we live in constant insecurity, even if we want to become nothing and disappear. Feel, even if we prefer to become invisible and never meet again with those who have silenced us. Feel, even if you think it’s no longer worth it, even if it’s the last thing you do, even if you’ve stopped understanding yourself. Feel, even if nothing makes sense, even if you are far from finding solutions to the impossible. Feel, even if you’re always the last one in everything.

Feel intensely, because you can. Feel it in that beautiful, sweet, loving way, because that’s who you are and you can’t change it. Feel with all your might because that’s your essence, that’s how you express yourself, that’s how you are. Feel in a thousand and one different ways, that no one tells you how to do it, how to be, how to show yourself. Feel everything at once and nothing when you don’t know what to say. Feel when you lose yourself and when you gain confidence, time and effort. Feel everywhere and in every corner, feel every pore of your skin, feel your heart beating, your passions and desires, your good and bad moments. Feel every word vibrate as it is spoken, as it is understood, as it is sung or danced, as it caresses your lips. Feel to the point of surprise, to feel fulfilled, to the point of going crazy, to the point of doing things that you would regret. Feel so much that you couldn’t let the Moon pass by without giving it a kiss.

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La decisión:

Estaba allí, en la cafetería, esperando a que me sirvieran lo que había pedido. Mientras otras tres amigas esperaban en la mesa. Silvia, la chica que se había casado hacía un año y donde había conocido a su marido en una aplicación de citas. Anna, la cual, estaba prometida con la que decía era el amor de su vida. Y Estela, la que llevaba un tiempo de cita en cita, disfrutando de su vida de soltera pero en búsqueda de alguien con quién compartir su día a día. Y después estaba yo. Llevaba cuatro años sin estar con nadie, estaba bien y ni siquiera salía o quedaba con chicos, estaba en mi rollo, sin más. Ese día habíamos quedado para desconectar, contarnos algunas cosas porque llevábamos tiempo que no nos veíamos.

Volví a la mesa con mi infusión y una tartita de manzana. Las obsesivas empedernidas del café me miraron raramente, apenas me importó, la verdad, siempre había sido la rarita en cualquier grupo y más con grupos de chicas, no nos entendíamos mucho. Como siempre, la conversación iba entorno a los maridos, a los matrimonios, a las salidas nocturnas para cazar hombres, según lo llaman las modernas. A mí me encantaba mi infusión, me la bebía a sorbitos porque aún estaba muy caliente, me quemé los labios dos veces, pero hasta para eso soy cabezota. Notaron que no decía nada, que seguía con la cabeza metida en esa pequeña taza, en mis pensamientos y en la tartita de manzana, relamiéndome los labios una y otra vez, porque estaba muy rica. Todos sus ojos se enfocaron en mí, lo cual, me hizo parar de comer. «¿Qué pasa ahora?» pensé. Bueno sí, que era la única que no hablaba de hombres, la única que no hablaba de traseros, de tíos buenos o de paquetes enormes. Dios, es que a ver qué importancia tenía eso.

– Tú deberías empezar por Tinder, seguro que te encanta – dijo Estela con entusiasmo – Conoces a todo tipo de gente, y si no te gusta pues nada, puedes mover el dedo y pasas al siguiente tío, ¿sabes?

Ya, como si fuesen trozos de carne. Sí claro, muy normal todo. Vamos a entrar en Tinder a cazar hombres y si podemos usarlos y luego tirarlos a la basura cuando no nos interesen, mejor que mejor, ¿por que para qué están si no, ¿verdad? Obviamente, no dije eso, no respondí. A veces, prefiero guardarme ciertas cosas para mí, solo asentir con la cabeza y mostrar una sonrisa queda, lo que sea que se diga, bueno es, si la otra persona lo cree a pies juntillas, pues que lo crea pero en mi mente desde luego que no va a entrar para averiguarlo. Pero esta vez, siguió Silvia.

– Es verdad lo que dice Estela, Tinder puede ser muy selectivo y puedes encontrar a alguien, fíjate. Llevo ya casada un año, seguro que encuentras a alguien – sonrío quedamente, sin contestar. Le doy un par de sorbos al té y un mordisco a la tartita con absoluta despreocupación – ¿Por qué estás tan callada? Venga mujer, que creo que tener un tío te iría bien.

No pude reírme más fuerte y alto en mi cabeza, a la vez que asentí para que se quedase a gusto con su afirmación. Si cree eso, que lo crea, pensé sin más. No me van a decir dónde tengo que buscar tíos, ni siquiera han preguntado si me apetece o no, si estoy en un buen momento, si me importa o si no, simplemente, por el mero hecho de estar soltera y ser mujer, necesito a un hombre y tengo que hacerlo ya porque se me pasa el arroz. En fin, pack completo. Aburrido. Lo mismo de siempre. Esta vez, Anna sale en búsqueda de soltar una nueva sugerencia que también me importó dos pares de lo mismo.

– Gracias a Tinder, ya ves, ¡prometida! Con el mejor tío del mundo y no sabes cómo es en la cama, dios – se echan a reír, yo sigo con mi té, y me termino la tartita, totalmente indiferente a semejante idiotez, no entiendo esas conversaciones, lo siento -.

En fin, la reunión terminó como siempre termina. Un par de besos, un medio abrazo, una sonrisa queda e incómoda y vuelta a casa. Me meto en el coche y suspiro aliviada, qué presión. Cuando estás en los treinta no puedes simplemente meterte en tus cosas, tiene que venir alguien a estorbar la paz con comentarios de este tipo, cuando para mí hay cosas que no se buscan, simplemente pasan si es que tienen que pasar y si no, pues no. En Tinder no había nada que buscar, igual que en otras aplicaciones que probé hace mucho y solo encontré la misma superficialidad de siempre con un icono diferente, gente mostrada como si fueran trozos de carne a los que les das «me gusta» y «no me gusta» según si te parecen atractivos o no, o sus intereses te parecen interesantes. Qué gilipollez. Ni siquiera siento esa esperanza, o ese empuje que alguna vez sentí para empezar algo, es como si ya no se encendiese esa llama, ese interés… la frustración seguía latente, la decepción, el absoluto pasotismo y la carencia.

Encendí el motor y empecé a conducir hacia casa. Todo el mundo estaba de lo más entusiasmado viéndome con alguna persona para decir la suerte que tenía. Pero no tenía por qué sentirme mal por no tener a nadie al lado, o que mi vida no girase entorno a tener pareja por primera vez no era algo tan grave. Me resultaba pesado tener que explicarlo, me resultaba aún más pesado que lo repitieran y me recordasen que no había más opciones para mí que las que hoy en día se sirven para ser recogidas, opciones que no me interesaban. Sabía lo que había en mi corazón y podía decir que no era eso, ahí no iba a encontrarlo. Pero, de alguna manera, me empecé a sentir dejada atrás, con esta constante afirmación de que nada nuevo iba a empezar para mí, no en esa área al menos. Estaba segura de ello. Hacía tiempo había perdido la esperanza, había aceptado que iba a cabalgar por los lares de la vida en completa soledad, conmigo misma y con…

Un momento. Salgo del coche, lo cierro y voy caminando a casa con una revelación más que interesante, con una pregunta latente en la parte de atrás de mi cerebro. ¿Con quién he estado unida todos estos años? ¿Quién me ha mostrado amor incondicional y lealtad infinita desde prácticamente siempre? Eso es, sí. La escritura. Por supuesto, no es una persona, pero es algo que saca esa pasión, esa devoción, lealtad, amor incondicional y todo lo bueno que podría comprender un vínculo inquebrantable con otra persona. Pues ya está, me iba a casar con ella. Punto final. Entré en casa y lo primero que se me ocurrió fue sentarme en mi estudio, puse las manos sobre el teclado, respiré hondo y escribí cómo sería, cuáles serían nuestros votos y cómo nos amaríamos por el resto de nuestras vidas. Sabía que ella no me fallaría, y mucho menos, escribiendo como título «Nuestra boda», serían las palabras mejor invertidas del mundo, sería el amor mejor re-posicionado del mundo y el amor de mi vida por y para siempre. Todo viene en un momento de inspiración, incluso, las decisiones que parecen menos inspiradoras.

Relacionado: «Nuestra boda«.

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The decision:

I was there, in the cafeteria, waiting to be served what I had ordered. While three other friends waited at the table. Silvia, the girl who had married a year ago and where she had met her husband on a dating app. Anna, who was engaged to the one she said was the love of her life. And Estela, the one who had been going from date to date for a while, enjoying her single life but looking for someone to share her day to day life with. And then there was me. I hadn’t been with anyone for four years, I was fine and I didn’t even go out or hang out with guys, I was just on my business. That day we had arranged to disconnect, to tell each other some things because we hadn’t seen each other for a long time.

I went back to the table with my tea and an apple tart. The coffee obssessives looked at me strangely. I hardly cared, the truth is, I had always been the weirdo in any group and more so with groups of girls, we didn’t understand each other much. As always, the conversation turned to husbands, marriages, nights out to hunt men, as the modern people say it this days. I loved my tea, I drank it in sips because it was still very hot, I burned my lips twice, but even for that I’m stubborn. They noticed that I didn’t say anything, that I kept my head in that little cup, in my thoughts and in the apple tart I ordered, licking my lips over and over again, because it tasted so good. All their eyes were focused on me, which made me stop eating. «What’s going on now?» I thought. Well yeah, I was the only one who didn’t talk about men, the only one who didn’t talk about butts, super hot guys or huge packages. God, why on Earth that was so important.

«You should start with Tinder, I’m sure you’d love it,» Estela said enthusiastically. «You meet all kinds of people and if you don’t like them, it’s fine because you can move your finger and move on to the next guy, you know?»

Yeah, of course, as if they were pieces of meat. Everything is very normal. We’re going to go on Tinder to hunt men and if we can use them and then throw them in the trash when we’re not interested better, why are they there if not, right? Obviously, I didn’t say that, I didn’t answer. Sometimes, I prefer to keep certain things to myself, just nod my head and show a smile remains, whatever is said, well, if the other person believes it at face value, then let them believe it but in my mind they are certainly not going to enter to find out. But this time, Silvia continued with the flow.

«It’s true what Estela says, Tinder can be very selective and you can find someone, take a look. I’ve been married for a year now, I’m sure you’ll find someone,» I smile quietly, without answering. I take a couple of sips of my tea and take a bite out of the tart with absolute nonchalance. «Why are you so quiet? Come on, darling, I think having a guy would be good for you.»

I couldn’t laugh louder and hard in my head, as I nodded to let her be comfortable with her statement. If she believes that, let her believe it, I thought. They’re not going to tell me where I have to look for guys, they haven’t even asked if I feel like it or not, if I’m in a good moment, if I care or not. Just because I’m single and I’m a woman, I need a man and I have to do it now because I’m running out of time, apparently. Anyway, the complete pack. Boring. Same as always. This time, Anna comes out looking to drop a new suggestion that I also cared about two pairs of nothing.

«Thanks to Tinder, you see, engaged! With the best guy in the world and you don’t know what he’s like in bed, god,» they start laughing, I continued with my tea and I finished my little tart, totally indifferent to such idiocy, I don’t understand those conversations, I’m sorry.

Anyway, the meeting ended as it always does. A couple of kisses, a half-hug, a smile and an awkward smile and back home. I get in the car and breathe a sigh of relief, what a pressure. When you’re in your thirties you can’t just get into your own thing, someone has to come and disturb the peace with comments like this, when for me there are things that are not sought, they just happen if they have to happen and if not, then no. On Tinder there was nothing to look for, just like in other apps I tried a long time ago and I only found the same superficiality as always with a different icon, people shown as if they were pieces of meat that you «like» and «dislike» depending on whether you find them attractive or not, or their interests seem interesting to you. What a waste of my time. I don’t even feel that hope, or that push that I once felt to start something, it’s as if that flame, that interest, is no longer lit… The frustration was still pounding, the desappointment, the not caring and the costant lack of it.

I started the engine to drive home. Everyone was very excited to see me with someone to say how lucky I was. But I didn’t have to feel bad about not having anyone by my side, or that my life didn’t revolve around having a partner for the first time wasn’t such a big deal. It was hard for me to have to explain it, it was even more burdensome for me to be repeated and reminded that there were no other options for me than those that are used today to be collected, options that I wasn’t interested in. I knew what was in my heart and I could say it wasn’t that, I wasn’t going to find it there. But, somehow, I started to feel left behind, with this constant affirmation that nothing new was going to start for me, not in that area at least. I was sure of it. It passed a long time since I lost hope, I had accepted that I was going to ride through the outskirts of life in complete solitude, with myself and with…

Wait a minute. I get out of the car, lock it and walk home with a more than interesting revelation, with a latent question in the back of my brain. With who have I been bounded with all these years? Who has shown me unconditional love and infinite loyalty since practically forever? That’s right, yeah. My writing. Of course, it’s not a person, but it’s something that brings out that passion, that devotion, loyalty, unconditional love and all the good that an unbreakable bond with another person could comprise. Well, that’s it, I was going to marry her. It was decided. I walked into the house and the first thing that occurred to me was to sit down in my studio, put my hands on the keyboard, take a deep breath and write down what it would be like, what our vows would be, and how we would love each other for the rest of our lives. I knew that she would not fail me, even less writing «Our Wedding» as a title, it would be the best inverted words in the world, it would be the best re-positioned love in the world and the love of my life forever. It all comes in a moment of inspiration, even the decisions that seem less inspiring.

Related: «Our wedding.»

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Raelynn: La que se marchita

Relato procedente: «Volátil«. Edad: 86 años.

Ciudad: Seattle. Profesión: Pensionista.

Descripción física:

Su cabello es canoso y frágil, un tanto largo, recogido en una coleta. Sus ojos son grisáceos, caídos, rodeados de arrugas, con una desesperanza que se podía entrever en ellos. Sus labios finos denotan rigidez, siempre apretados, tratando de no mostrar su falta de dientes. Su piel es suave, debido al delicado cuidado que le sirven. Su cuerpo es muy esbelto, débil, inconsistente, tembloroso, adornado con vestidos anchos y un tanto largos que le llegan hasta más abajo de las rodillas, a veces, con estampados de flores, otras con colores opacos.

Descripción de la personalidad:

Siempre ha demostrado fortaleza en su carácter, ha sido un poco solitaria pero adora a sus dos nietos, ha sido una mujer muy risueña, de gran talante, hacendosa, interesada por todos los que la rodeaban y muy servicial. Lo que se ve ahora en ella es una falta de vitalidad constante, un sentimiento de abatimiento, de dejarse llevar, de entender su situación y no oponerse a ella, se deja cuidar, no se queja nunca y sigue teniendo ganas de despertar cada mañana, aunque la sensación de que su vida se deslice de sus manos tan rápidamente, persista en el tiempo y la haga reconsiderar muchas de las cosas que antes no consideraba.

Una infancia complicada:

Era una niña muy inquieta, que se pasaba el día jugando fuera a la pelota con sus compañeros de clase. Aunque le pegaran en el colegio, ella nunca decía nada, ni siquiera quería que sus profesores se enterasen, era algo que le ocurría a Raelynn y a nadie más, era una niña que sabía que sus padres estaban demasiado ocupados trabajando en el campo como para prestarle la atención que necesitaba, no quería molestarles ni crear complicados conflictos con ellos y otros padres. Siempre había sido muy callada, le gustaba mucho estudiar y se guardaba las cosas. No le importaba tener poco, sus padres siempre habían sido humildes y tenían lo suficiente para llevarse a la boca, no vivía las mejores de las circunstancias, pero estaba feliz con lo poco que podía permitirse.

Era hija única y su familia siempre había estado con ella hasta los nueve años, cuando el trabajo era más demandante y el dinero escaseaba, no ganaban mucho, comían lo que podían proporcionarse, incluso, repetían comidas o no hacían algunas para poder ahorrar. Sabían muy bien que su hija tenía necesidades, sabían que estaba estudiando y debía ser aplicada, pero no tenían tiempo de estar encima de ella todo el tiempo para que hiciera lo que ellos sabían que debía hacer. Siempre había sido aplicada e independiente, no muy confiada y una niña con recursos, no necesitaba mucho de su alrededor, era introvertida y respondía bien a los estímulos sociales cuando surgían.

Una adolescencia marcada:

Las cosas empezaron a torcerse cuando su padre empezó a beber y su madre era la única que seguía trabajando. Raelynn ya iba al instituto y tenía poco tiempo para socializar, le gustaba mucho estudiar y era muy autoexigente, no le gustaba que nadie fuese detrás de ella para hacer los deberes, ella misma tenía sus horarios y fechas de entrega para llevarlo todo al día. Lo que la llevaba al borde muchas veces, era esa necesidad de conectar que no solía tener muy a menudo o ese constante perfeccionismo que la llevaba a enfadarse consigo misma cuando algo no le salía como lo había planeado.

No era como los demás, al menos, así se veía ella. Su madre siempre le había inculcado que lo era y no debía preocuparse por nada, pero se había visto diferente, desde su aspecto a su forma de caminar o vestir, sabía cómo desenvolverse bien con otros pero no eran ambientes donde ella se sintiese tan atraída como debiera sentirse. No solo se daba cuenta ella, los demás la señalaban por cosas que incluso Raelynn se sentía insegura sobre sí misma o no tenía tanta confianza en ellas como para ponerse delante de otra gente. Esto a Raelynn le costó de aceptar, aunque tuvo que mantener la cabeza bien alta y sacar pecho entre los pasillos del instituto, fingiendo que no le afectaba nada, fingiendo que no tenía nada que ver con ella, mostrando una sonrisa de oreja a oreja y encontrándose con profesores que podrían apoyarla pero con los que ella no se sentía cómoda abriéndose. Prefería manejarlo ella sola. Esto la llevó a correr por los pasillos, almorzar sentada en los váteres, escondiéndose de cualquiera que cruzara por allí, en especial, los que la acosaban o se reían de ella entre clase y clase. Ella nunca insultó a nadie, nunca levantó la voz, nunca trató de defenderse, solo quería estar sola, leyendo un libro apoyada en un árbol en los descansos.

Independencia y curiosidad por lo desconocido:

Dado que fue una chica que nunca quiso enamorarse o tener ninguna relación personal que pudiera nublar el futuro que ya había planeado, decidió probar suerte y viajar por todos los países que pudiese para conocer las culturas y tradiciones que se encontrara, en cada uno de ellos se paraba unos meses y trabajaba, para así poder pagar un hotel barato o un hostal donde pudiera quedarse, le encantaba tener una vida de mochilera, totalmente independiente y fuera de todo radar. Para sus padres fue duro que se fuera de casa, pero entre lágrimas, lograron aceptarlo. Poco a poco, fue abriéndose paso a nuevas cosas, a gente que quería conocer, a momentos que quería vivir, a situaciones que experimentar, a muchas cosas que por fin quería ver y disfrutar como alguien más apasionado por todo aquello que no había visto nunca y estaba dispuesta a ver.

Siempre había sido una apasionada de los idiomas, de la forma en la que otros vivían, de la forma en la que hablaban, de la forma en la que reían, quería pertenecer a sus bromas, a sus culturas y formas de ser, tenía una avidez importante a todo aquello que fuera diferente a lo que ella había conocido. Viajaba sin parar y solo volvía a casa por Navidad y en verano para pasar unas semanas con sus padres, traía comida tradicional de sitios de donde ella había viajado por última vez y se lo llevaba para que pudieran probar esa cantidad de sabores diferentes que ella había sido capaz de probar. Estuvo así una gran parte de su vida, llegando a sus sesenta años, siendo una mujer mucho más sabia y con ganas de escribir todo aquello que le había acontecido viajando durante tanto tiempo.

Cuando se volatiliza:

Raelynn empieza a notarse cada vez más frágil, sin agilidad, sin empuje para seguir viajando, por lo que, decide retirarse a una residencia de ancianos lo suficientemente acomodada como para saber que la van a cuidar bien, que le van a dar las atenciones necesarias para su retirada de la vida rutinaria y casi ajetreada que había estado teniendo, necesitaba un descanso de todo ello, después de largos años de descubrir lo desconocido y de haber estado con tanta gente maravillosa y agradable con la que en ese momento no tenía tanta relación pero de la que guardaba bonitos recuerdos.

Consigue una habitación donde puede ver el precioso bosque que rodea la residencia, por el cual, es capaz de verlo por una ventana que da a él, dejándola totalmente hipnotizada y envuelta en ese sonido que hacen las hojas al tocarse entre ellas, en el movimiento de las olas más allá de los árboles y ese titilar de sus memorias desvaneciéndose poco a poco, Raelynn sabía que su cuerpo se iba marchitando, que sus ojos se iban cayendo cada vez más, que su cuerpo empezaba a pesar, que su piel se arrugaba, que sus ganas de ver mundo dejaban de estar presentes, dejaban de encontrarse con ella, esa esperanza de volver a ser joven y volver a vivirlo todo otra vez.

Un futuro desvaneciéndose:

Durante este tiempo, Raelynn va a permanecer en el lugar que ya conoce, rodeada de gente que pertenece a su círculo, reconocida por aquellos que la visitan, recordando aquello que ha vivido y ha tenido tan presente en los viajes, todas las lecciones aprendidas, todos los momentos en los que ha aparecido en la vida de alguien para formar parte o para, simplemente, estar presente. Todo ello, se va desvaneciendo a través de su mirada, mientras su sonrisa se suelta, quedándose hipnotizada al ver el viento mover las hojas, al oír las olas del océano moverse con ímpetu. Sabe que va a terminar marchitándose poco a poco, dejando de pertenecer a este mundo, soltándose, dejándose llevar por el tiempo, encontrándose consigo misma al otro lado del espejo.

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Comentando libro «El Gato que Amaba los Libros» – Sosuke Natsukawa

La epopeya de Rintaro, el joven heredero de una entrañable librería de vieja, y de Tora, un sabio e ingenioso gato atigrado, se ha convertido en un fulgurante éxito internacional. Su emocionante misión consiste nada más y nada menos que en salvar los libros que están en peligro y extender así el amor por estos objetos, bellos e inigualables, que son parte imprescindible de nuestra vida.

Este libro fue un regalo que me gustó mucho a simple vista, sobre todo, porque me pareció una lectura bastante simple y amena, es un libro fino de tan solo 253 páginas y que me creó curiosidad desde el momento en el que lo tuve en mis manos, tanto por la portada, con colores vivos y los dibujos, como por el peso y la contraportada. El título me acercó a una idea tierna y quizá de cercanía hacia la fantasía, incluso, a una pregunta de cómo un gato puede amar los libros si no lee. Para mí ha sido curioso, y he querido leerlo desde que terminé el primero de este año, necesitaba algo más ameno y fácil de leer, este ha sido perfecto.

Cómo es traída la muerte del abuelo de Rintaro Natsuke, el protagonista, me ha parecido muy sincera, incluso, se podía sentir el dolor de los personajes y la cercanía de la persona a la que se había perdido, sobre todo, el gran y bonito legado que dejaba a su nieto tras su partida. Me ha encantado ver lo unidos que estaban ambos personajes, la conexión que ambos tenían con los libros y la curiosidad por aprender y saber más sobre lo que su abuelo tenía para contarle, que eran muchas historias. Al heredar la librería, Rintaro descubre todos los libros que su abuelo había mantenido durante tantos años, cuidándolos, vendiéndolos y estando cerca de ellos, además de esa necesidad por contar historias que nada tienen que ver con lo ordinario.

Este libro te adentra mucho en la imaginación y en la importancia de la lectura en general, en cómo nos hace desarrollar la empatía, a ver otras perspectivas, a encontrarnos con nosotros mismos y ayudarnos en momentos difíciles. Es una lectura llevada tanto al ámbito de la realidad misma en el caso de afrontar una pérdida importante en la vida de un niño, la responsabilidad que conlleva llevar un negocio que ha estado formando parte de otra persona durante tantos años y tener que preservarlo por el cariño que se le tiene. Nos lo muestra presentando varios personajes en tres laberintos diferentes, los cuales, Rintaro se ve atraído a formar parte.

Uno de los personajes más curiosos para mí es Segunda Generación, el cual, es un gato que va vagando por los pasillos de la librería, explicándole a Rintaro muchos de los significados de los libros que allí residen. También aparece Sayo, la novia del protagonista, y su tía. Todos personajes bastante involucrados en el ambiente de fantasía, en los distintos laberintos, cada uno llevándoles a un lugar diferente, todo dándole referencia a los libros. Tiene toques muy dulces, inocentes, tiernos y que te envuelven por completo, incluso, te hacen sonreír y te absorben.

El ritmo de la lectura es muy bueno, simple y fácil de leer, te permite seguirlo sin problema, no te pierdes y te muestra a los personajes tal cual son, no hay densidad en las palabras ni detalles de más, está todo relatado como se debe, sin entorpecer la lectura o el ritmo. La escritora te deja envolverte en esa ternura mostrada en cuanto te vas adentrando en la lectura y en lo que te muestran los personajes, las situaciones que se les van presentando y la fantasía que compone la historia. Me ha encantado y la considero una buena recomendación para una lectura llevadera en un momento dado donde te apetezca algo diferente.

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The Cat Who Saved Books:

The epic of Rintaro, the young heir to an endearing old bookstore, and Tora, a wise and witty tabby cat, has become a dazzling international success. Their exciting mission is nothing more and nothing less than to save the books that are in danger and thus spread the love for these beautiful and incomparable objects, which are an essential part of our lives.

This book was a gift that I liked so much at first sight, above all, because I found it a really simple and enjoyable read, it is a fine book of only 253 pages and which created curiosity from the moment I had it in my hands, both for the cover, with bright colours and the drawings, as well as the weight and the back cover. The title brought me closer to a tender idea and perhaps a closeness to fantasy, even to a question of how a cat can love books if it doesn’t read. For me, it has been curious and I have wanted to read it since I finished the first one of this year, I needed something more enjoyable and easier to read, this has been perfect.

How the death of Rintaro Natsuke’s grandfather, the protagonist, is brought about, I found it sincere, you could even feel the pain of the characters and the closeness of the person who had been lost, above all, the great and beautiful legacy he left to his grandson after his departure. I loved seeing how close the two characters were, the connection they both had with books and the curiosity to learn and know more about what his grandfather had to tell him, which were many stories. Upon inheriting the bookstore, Rintaro discovers all the books that his grandfather had kept for so many years, taking care of them, selling them and being close to them, in addition to that need to tell stories that have nothing to do with the ordinary.

This book takes you deep into the imagination and the importance of reading in general, how it makes us develop empathy, to see other perspectives, to find and help ourselves in difficult moments. It is a reading taken both to the realm of reality itself in the case of facing a major loss in the life of a child, the responsibility that comes with running a business that has been part of someone else for so many years and having to preserve it because of the love you have for it. It shows you that introducing several characters in three different labyrinths, which Rintaro is drawn to be a part of.

One of the most curious characters for me is Second Generation, which is a cat that wanders through the aisles of the bookstore, explaining to Rintaro many of the meanings of the books that reside there. Sayo, the protagonist’s girlfriend, and his aunt also appear. All characters quite involved in the fantasy environment, in the different labyrinths, each one taking them to a different place, all referencing the books. It has very sweet, innocent, tender touches that completely envelop you, even make you smile and absorb you.

The rhythm of the reading is very good, simple and easy to read, it allows you to follow it without any problem, you don’t get lost and it shows you the characters as they are, there is no density in the words or extra details, everything is told as it should be, without hindering the reading or the rhythm. The writer lets you wrap yourself in that tenderness shown as soon as you get into the reading and what the characters show you, the situations that are presented to them and the fantasy that makes up the story. I loved it and I consider it a good recommendation for a bearable read at a given time when you want to get in touch to something different.

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