Publicado en Personajes

Margot: La que visita el Infierno

Relato procedente: «Visita al Infierno«. Edad: 35 años.

Ciudad: Boston. Profesión: Florista.

Descripción física:

Mi cabello es de un color castaño claro, un tanto ondulado, con viveza. Mis ojos son del mismo color, con unos toques miel y una tez pálida. Mis labios son finos, ayudados por largos periodos de no sonreír, de no estar activos, de no dejarse llevar. Mi cuerpo es esbelto, comprendido por un conjunto sencillo, siempre utilizando colores claros y zapato cómodo.

Descripción de la personalidad:

Me han dicho muchas veces que soy interesante, misteriosa y aporto cierta dulzura a la ecuación. Puedo ser rígida, a veces, dura, pero muchas otras, comprensiva. No sabría muy bien cómo definirme, pero diría que las veces que he ido al Infierno, he vuelto mucho más fuerte, con energía, incansable, con ganas de sobreponerme a las cosas cada vez con más ahínco y, a veces, incluso cansancio. Me veo cambiante, otras sencilla, muchas complicada, algunas pequeñas, simplemente, absorta.

Una infancia rota:

Cuando ves cosas que no deberías ver en una casa, te endureces, en formas que no esperarías, que no comprendes, que no mereces, que no llegas a discernir. Cuando tus padres son alcohólicos, cuando te dejan atrás, cuando no te sientes seguro o arropado, cuando no perteneces. Eres hija única y lo que quieres es atención, pero aprendes a hacerte las cosas por ti misma, aprendes a que te necesitas tú y que debes seguir hacia adelante aunque no puedas, aunque seas pequeña y tengas que aprenderlo todo tú.

Tienes circunstancias que no sabrías explicar con palabras, tus padres viviendo entre botellas, suciedad, regocijo y noches en vela sin poder levantarse del sofá. Ser una niña y no tener rutinas, no ayuda a pasar por una adolescencia mucho más fácil, se vuelve desequilibrada, cansada y con demasiadas responsabilidades como para llevarlas tú sola, pero aprendes a tirar del carro, porque nadie más lo hace, porque eres tú con todo, porque sabes hacerlo lo mejor que puedes y porque, simplemente, eres una niña que aprende a aún no entender lo que ocurre, a seguir adelante pese a ello, improvisando, juntando piezas aquí y allá.

Una adolescencia desordenada:

Cuando tienes una niñez ya de por sí estresante, sin un orden común, sin una rutina, sin disciplina, sin nada que te ligue a tus padres o a pertenecer a un sitio en específico, tu adolescencia de por sí, no es bonita. Te vuelves rebelde, incapaz de procesar ciertos entornos con normalidad y cada día se vuelve un tanto más tedioso, necesitas volverte pasota, necesitas compensar ese dolor, esa culpa que te infringes sin motivo, porque no es tuya, es de tu entorno. Te vuelves inconsistente, distraída, caes en espiral, pero debes de volver a levantarte y seguir porque tus padres no van a hacerlo. Entras y sales de casa, mientras sigue preparada para que tú la limpies entre deberes y otras cosas que hacer, sin más que terminar cansada y sin energías, necesitando más horas de sueño y de comida sana, no basura.

La adolescencia fue más de fiestas, de sube y baja el ritmo, de no querer entender, de dejar pasar el tiempo, mientras la casa se limpiaba cuando se podía. Fue una larga etapa de inseguridades, sobre todo, de constantes cambios que ni yo entendía y que nadie me llegó a explicar. Sabía muy pocas cosas, pero las que sabía, tenía seguridad en ellas, tenía la certeza de que estaban bien hechas, compensándolo con noches en vela, diversión y malas compañías.

Visita al Infierno:

Decidí volver al Infierno, sin más ni menos. Y lo decidí por una razón bastante convincente, y es porque a veces, hay que pasar por el dolor para encontrarse a sí mismo, para comprenderse, para estar cerca, para notarse, para evolucionar dentro de uno mismo, para ser. Así que, sabía que me iría bien. Pensé en hacerlo sola, pero para nada creí que mi hermano Izan fuera a venir conmigo, no se lo quise permitir pero se tiró por delante de mí para poder cogerme estando abajo y no pasarlo sola. Recuerdo que era su primera vez, casi acaba hecho pedazos, pero siempre con esa idea de ver la luz al final del túnel que yo ya no veía por ningún lado.

A veces, está bien pasar tus infiernos en compañía, con un poco de comprensión y ese empuje que te falta, que te pesa, que te derrumba. Siempre estuvimos muy unidos, desde que éramos pequeños, íbamos a todos lados y nos entendíamos bastante bien, fue un alivio tenerle cerca en un momento oscuro, en un momento donde necesité a alguien que me tendiese la mano. El Infierno sigue siendo Infierno, pero hermanos solo hay los que tienes.

Un futuro desconocido:

Después de una caída tan abrupta, inesperada, inhóspita, llena de tortura y momentos de inseguridad y descontrol, se crea un espacio de crecimiento, de conocimiento, de escuchar tu voz interior, de conocer cuáles son tus límites, de poder estar ahí cuando te necesitas. Y sí, es un futuro desconocido porque vas andando sobre la marcha, vas aprendiendo poco a poco y el aprendizaje nunca termina. Cuanto más dura, más rota, más agotadora, mejor florece años más tarde, mejor se desarrolla, mejor se comprende, mejor se sabe, mejor se fortalece.