Estaba acostada en el sofá, de color gris, sencillo, al igual que los demás muebles de la habitación en la que me encontraba, con paredes de madera y un ambiente de lo más hogareño. Recuerdo ir vestida con unos pantalones a media rodilla de deporte negros y una camiseta roja con letras negras en los costados de las mangas, había terminado de hacer ejercicio y solo me había echado para dejarme llevar un poco, estaba cansada. Lo único que sabía era que el escenario que me envolvía iba cambiando, que había zonas donde podía encontrarme con el mar o árboles de diferentes tamaños, donde la energía que la naturaleza me proveía era única e inigualable.
Y yo solo pensaba en cómo sería. Cómo sería ver desde aquí todo lo imposible, cómo se materializaría, cómo tendría ese color diferente, ese pequeño resquicio de oportunidad donde la fantasía deja entrever un rayo de esperanza. El escenario va cambiando, las hojas de los árboles son verdes, otras veces de un tono cobrizo, y otras muchas no las hay. Es constante, casi imperceptible, me congela y me hace preguntarme dónde voy a estar nuevamente. Podía caminar sobre la hierba recién cortada, mojada, tocando mis pies descalzos, podía recibir de las raíces de los árboles un montón de energía que ni yo me había imaginado, entraba por los pies me iba subiendo hacia arriba, haciendo que mi cuerpo se enderezara en ella, dejándola entrar poco a poco, cubriendo cada parte de mí, hasta tenerme eclipsada, no dejaba de girar a mi alrededor, sin parar, mis ojos empezaban a cambiar de color, de castaños a verde muy oscuro, dejando que una luz perforara mi pecho y se expandiera a lo largo de la habitación.
Mirar por la ventana y comprender que las montañas están ahí para ti, que algunas veces se congelan, y otras muchas, muestran ese manjar frondoso que tanto predomina en ellas. Sabía tanto y tan poco de ello, quizá ese día era morena y otro muy diferente, rubia, con ojos oscuros o claros, respirando el aire fresco de la mañana o quizá tomando un café a la orilla de un mar picado, dentro de otro escenario diferente, uno puede que más íntimo, más personal, formando una historia que nunca se tenga interés de terminar. En singularidad, caminando entre los árboles que me contemplaban, volviendo sobre mis pies, a paso lento, otros muchos, en galope, con esa necesidad de llegar a la cima y ver esas perfectas vistas.
Se contemplan momentos de solitud, de cercanía, de compañía, amores perdidos, de amistades encontradas, de viajes en avión aplazados, de comidas de trabajo, de noches sin dormir, de historias donde lo sobrenatural se vuelve tan real como tus manos. A veces, llega a estar tan clara la interpretación de un personaje que solo tienes que aprender a llevar su piel, a camuflarte en ella, en comprenderlo y revestir un nuevo rol. Un rol que no creías posible, una gota de inspiración absorbida entre horas de pensamiento ligero, entre momentos de libertad o problemas sin resolver, entre caos inhóspito y un temple que caracteriza a quién lo lleva, a noches sin dormir y a susurros inequívocos de que algo ocurre y que no es real. Una inspiración que viene de la más absoluta oscuridad.
Un personaje que lleva a otro un cambio de vestuario, de tono de piel, de color de ojos, de grosor en los labios, algunos con pecas alrededor de la nariz y otros con pómulos rosados, de alturas diferentes, con hábitos y gustos dispares, con mundos que no esperan encontrarse en futuros inciertos, con formas de caminar que les hacen llegar a un destino acogedor. Un personaje que no deja que desear, trabajado, improvisado o no, entendido, llevado a un punto distante en el tiempo para poder acompañarlo en el escenario en el que se encuentra, un personaje que se compone de lo imposible, lo que quizá no podría tocarse o aprenderse, lo que no es tangible, quizá lo que a alguien más le gustaría ser. Un personaje que se compone de muchas piezas que encajar, que se muestra tal como es, sin tapujos, en un escenario presentado, perfecto para ese momento, para ese lugar concreto, venido de una idea fugaz, dispar, concreta, donde esas fotos que se presentan delante de ti en movimiento, las cuales, empiezan a hacer mella, a ser importantes y a salir de tus labios a través de tus manos para llegar al teclado y lo que se necesita ser expresado, se exprese con soltura y nitidez.
Los cambios de escenario, nunca cambiaron. Hoy tampoco lo hacen. Yo creo que tampoco los siguientes días que componen la semana, los meses y los años, he seguido acostada en este sofá, mirando hacia arriba, viendo los escenarios planificarse, moverse, completarse, y verme a mí caminando entre ellos, materializándolos, formando parte de ellos y adentrándome en lugares que no sabía podría encontrarme. Los personajes seguimos un camino concreto, un momento que dista de lo normal, seguimos un patrón, una dicha, una energía puesta en nosotros, un amor incondicional aflorado a través de la piel, una delicada caricia en la que sabemos cómo dirigirnos a lo que nos rodea, con sensibilidad, con elocuencia, con respeto y abrazando lo que de verdad importa.
To be a character:
I was lying on the sofa, which was gray, simple, just like the other furniture in the room I was in, with wooden walls and a very homely atmosphere. I remember wearing black sweatpants and a red t-shirt with black letters on the sides of the sleeves, I had finished working out and I just layed down to let myself go a bit, I was tired. The only thing I knew was that the scenerio that surrounded me was changing, that there were areas where I could meet the sea or trees of different sizes, where the energy that nature provided me was unique and unmatched.
And I was just thinking about what it would be like. What it would be like to see the impossible happening in front of you, how it would be materialized, how it would have that different colour, that small glimmer of opportunity where fantasy gives a glimpse of a ray of hope. The scenery changes, the leaves of the trees are green, sometimes coppery and many times there are none. It’s constant, almost imperceptible, it freezes me and makes me wonder where I’m going to be again. I could walk on the freshly cut, wet grass, touching my bare feet. I could receive from the roots of the trees a lot of energy that I hadn’t even imagined, it entered through the feet and went upwards, making my body straighten in it, letting it slowly, covering every part of me. Until I was eclipsed, I kept spinning around me, without stopping, my eyes began to change colour, from brown to very dark green, letting a light pierce through my chest and it expanded around the room.
Looking out the window and understanding that the mountains are there for you, that sometimes they are froze and many times, they show that leafy delicacy that predominates in them. I knew so much and so little about it, maybe that day I was dark-skinned and another very different one, blonde, with dark or light eyes. Breathing in the fresh morning air or perhaps having a coffee on the shore of a choppy sea, in a different setting, one may be more intimate, more personal, forming a story that one is never interested in ending. In singularity, walking among the trees that contemplated me, returning on my feet, at a slow pace, many others, galloping, with that need to reach the top and see those perfect views.
Moments of solitude, of closeness, of companionship, of lost loves, of found friendships, of postponed plane trips, of working lunches, of sleepless nights, of stories where the supernatural becomes as real as your hands are contemplated. Sometimes, the interpretation of a character becomes so clear that you just have to learn to wear their skin, to camouflage yourself in it, to understand them and take on a new role. A role you didn’t think possible, a drop of inspiration absorbed between hours of light thought, between moments of freedom or unsolved problems, between inhospitable chaos and a temper that characterizes those who wear it, sleepless nights and unmistakable whispers that something is happening and that it is not real. An inspiration that comes from an utter darkness.
A character who brings to another a change of costume, skin tone, eye colour, lip thickness, some with freckles around the nose and others with pink cheekbones, of different heights, with disparate habits and tastes, with worlds that do not expect to meet in uncertain futures, with ways of walking that make them arrive at a welcoming destination. A character that leaves nothing to be desired, worked, improvised or not, understood, taken to a distant point in time to be able to accompany him on the stage in which he finds himself, a character that is made up of the impossible, what perhaps could not be touched or learned, what is not tangible, perhaps what someone else would like to be. A character that is made up of many pieces to fit together, that is shown as it is, openly, in a presented scenario, perfect for that moment, for that specific place, where those photos that are presented in front of you in motion, which begin to make a dent, to be important and to leave your lips through your hands to reach the keyboard and what needs to be expressed, is expressed with ease and clarity.
The changes of scenery never changed. Today they don’t either. I don’t think that even the following days that make up the week, the months and the years, I have continued to lie on this couch, looking up, watching the scenarios plan, move, complete and looking at myself walking among them, materializing them, being part of them and entering places that I didn’t know I could find. The characters follow a specific path, a moment that is far from normal, we follow a pattern, a joy, an energy put into us, an unconditional love that emerges through the skin, a delicate caress in which we know how to address what surrounds us, with sensitivity, with eloquence, with respect and embracing what really matters.
Huellas del Tiempo 