Publicado en Reflexiones

Una luz y lo incondicional:

Esa luz al otro lado de la habitación, mostrada en una sonrisa, entre una oscuridad embriagadora, acercándote a lo incondicional, a rozar lo que creíste imposible. Esa luz que es como una guía, que te abre caminos en momentos difíciles, que te ha hecho aprender qué es el amor de verdad y qué es lo ficticio, lo insulso, lo que no vale la pena seguir removiendo para no obtener nada. Esa luz que vino en el perfecto instante, que te reflejó a ti misma, que te hizo sentir en casa, con una sola mirada, un suspiro y un sentimiento real. Esa luz que respetaste, con ritmos diferentes, con decisiones tomadas, con ecos de inseguridad, de no entender, de no acercarse a lo desconocido.

Donde solo brillaba una luz, donde era esta la que te guiaba, sin saberlo, sin reconocerlo, tratando de evitarla de vez en cuando, pero utilizándola para saber que si has podido vivir sin ella tanto tiempo, puedes con todo lo demás que tengas que vivir, con muchos miedos, sin excusas, sin quejas o complicaciones, porque de eso se trata lo incondicional, amar sin condiciones, sin atar a nadie, sin forzar a nadie, haciéndolo en libertad, entre silencios, entre distancias largas, cortas, no importa. Esa luz que siguió contigo cada día, con cada persona encontrada en el camino, cada fracaso, cada caída, cada minuto de cada día, mañana o noche, siempre estaba ahí, como un ángel de la guarda invisible, que no aparece pero que sigue llamando.

Una luz brillando incluso enterrada, en una habitación cerrada, oscura, dejada a un lado para no verla, tratando de dejarse ver, de notarse, de querer encontrarte. Esa luz que estuvo sacudiéndote desde la primera vez que la viste, atrapada en su mirada, esa luz encubierta en ese potencial que supiste ver entre cortinas, entre palabras no dichas y momentos no compartidos. Una luz que te señalaba el camino, que te hacía mirarte, encontrarte, no sentirte suficiente, Esa luz que te rodeaba y no sabías explicar, que se apegó a ti durante mucho tiempo sin una razón convincente, sin una respuesta sincera, sin nada con lo que pudieras recordar una última vez.

Lo incondicional, cada vez haciéndose más grande, más intenso, más amargo, más roto, pero siguiendo ahí, sin reproches, sin odio, sin rencores, sin expectativas, sin nada que pudiese verse en el momento frente a ti, sin nada cierto, sin palabras, sin complicadas emociones, porque es esa luz la que sigue brillando, no hay ninguna otra, las demás hace tiempo se apagaron, permaneciendo extinguidas, provocándote un absoluto desinterés, apartándolas de ti, porque sabes cuál es tu camino, te sigues guiando con la misma luz con la que te guiaste desde un principio. Sonríes. Lo has entendido. Has aprendido.

Esa luz que te ha enseñado dónde reside realmente tu corazón, en qué punto te encuentras, qué camino recorres y hacia dónde te gustaría dirigirte. Sabes que esta luz no se va a apartar de ti, que no se va a ir a ningún lado, se va a seguir sintiendo, aceptando que va a estar ahí por el resto de tu vida, acompañándola un cuerpo o no, pero es un lazo que nunca se rompe, que siempre te atrae, que volatiliza miedos en ese pequeño contacto, en ese roce de miradas. Aún no sabiendo qué hay detrás de todo, qué hay detrás de esa luz tan intensa, sabes que lo que sientes no se irá, porque nunca lo ha hecho, porque siempre lo has recordado, porque siempre ha permanecido contigo, porque no se ha rendido, porque te ha mostrado que no todo es racional, que no todo tiene que entenderse a pies juntillas, que no es o todo o nada, que hay que respetar espacios, que hay que saber sentir, aún no estando cerca, aún midiendo palabras, aún escapando de una luz que sigue siendo eterna.

Parte I: «Despedida«.

Parte II: «Un Hasta Luego«.


The light and the unconditional:

That light on the other side of the room, shown in a smile, in an intoxicating darkness, bringing you closer to the unconditional, to touch what you thought impossible. That light that is like a guide, that opens paths for you in difficult moments, that has made you learn what true love is and what is fictitious, what is bland, what is not worth continuing to stir up so as not to get anything. That light that came at the perfect moment, that reflected you to yourself, that made you feel at home, with a single look, a sigh and a real feeling. That light that you respected, with different rhythms, with decisions made, with echoes of insecurity, of not understanding, of not approaching to the unknown.

Where only one light shone, where it was this one that guided you, without knowing it, without acknowledging it, trying to avoid it from time to time, but using it to know that if you have been able to live without it for so long, you can handle everything else you have to live, with many fears, without excuses, without complaints or complications, because that is what the unconditional is all about, to love without conditions, without tying anyone, without forcing anyone, doing it in freedom, between silences, between long or short distances, it doesn’t matter. That light that followed you every day, with every person you met along the way, every failure, every fall, every minute of every day, morning or night, was always there, like an invisible guardian angel, who does not appear but who continues to call.

A light shining even buried, in a closed, dark room, set aside so as not to see it, trying to let itself be seen, to be noticed, to want to find you. That light that was shaking you from the first time you saw him, trapped in his gaze, that light concealed in that potential that you knew how to see between curtains, between unspoken words and unshared moments. A light that showed you the way, that made you look at yourself, find yourself, not feeling enough, That light that surrounded you and you didn’t know how to explain, that stuck to you for a long time without a convincing reason, without a sincere answer, without anything with which you could remember one last time.

The unconditional, getting bigger and bigger, more intense, more bitter, more broken, but still there, without hatred, without grudges, without expectations, without anything that could be seen in the moment in front of you, without anything certain, without words, without complicated emotions, because it is that light that continues to shine, there is no other one, the others have long since been extinguished, causing you to be absolutely disinterested, taking them away from you, because you know what your path is, you continue to be guided by the same light with which you were guided from the beginning. Smile. You got it. You’ve learned the lesson.

That light that has taught you where your heart really resides, where you are, what path you are on and where you would like to go. You know that this light is not going to leave you, that it is not going anywhere, it is going to continue to be felt, accepting that it will be there for the rest of your life, whether a body accompanies it or not, but it is a bond that is never broken, that always attracts you, that volatilizes fears in that small contact, in that touch of glances. Even if you don’t know what’s behind everything, what’s behind that intense light, you know that what you feel won’t go away, because it never has, because you’ve always remembered it, because it’s always stayed with you, because it hasn’t given up, because it’s shown you that not everything is rational, that not everything has to be understood at face value. that it’s not all or nothing, that you have to respect spaces, that you have to know how to feel, even if you’re not close, even if you’re measuring words, even if you’re escaping from a light that keeps itself eternal.

Part I: «Goodbye

Part II: «A see you later


Publicado en Relatos

Volátil:

Un susurro volátil a través del viento, contemplando el sol y el océano, un susurro que crea desesperación, una continua agitación debajo de la piel, sentido a través de los huesos. Contempla la energía, la constante luz con la que susurra, con ella se vuelve volátil y simple, teniendo este concepto del sol y la luna gravitando en el mismo punto, en el mismo momento. El mismo temporizador que crea ansiedad, crea una constante necesidad a ese susurro que continúa apareciendo, mostrando una herida para que el mundo la vea.

Tan volátil, sin ser tangible como una palabra no dicha. Tan volátil como las cenizas de un incesante fuego que se ve tan pequeño y escuchado por nadie más. Teniendo este concreto acuerdo con las olas del misterioso océano, un acuerdo que mantiene ese susurro protegido, silenciado entre los árboles, mientras las hojas se tocan unas a otras y cuentan historias sobre quién es más alto. Un susurro tan incesante que mantiene el suelo vivo, húmedo, completo.

El aire lo trae con ello, sin darse a conocer a través del tacto o el sentimiento, teniendo una clara visión de una historia complementaria que sea escrita con ella, que sea cantada, que revolotea, simple e imperfecta, tan lejano de lo que vale la pena, desde lo que estar cerca, el aire sabe qué susurra, qué está escondido en los árboles, cuando es necesario darle un hogar, para dar espacio a que el susurro flote con el viento y toque el océano, así puede ser expresado, puede ser curado.

El susurro volátil continúa el camino, no siendo tan presente, no siendo tan distante, silencioso, hasta viene con una simple palabra desde la boca al oído de una mujer mayor tratando de escuchar los pájaros cerca de una ventana, sentada en una silla de ruedas, sin hablar con ella, tan solo denotando ese cuerpo arrugado desvaneciéndose poco a poco, expirado, con esos ojos a punto de cerrarse, sin resistirse, solo viendo el aire haciéndolo por ella.


Volatile:

A volatile whisper through the wind, contemplating the sun and the ocean, a whisper that creates disppear, a continuous trepidation under the skin, direct through your bones. It contemplates the energy, the constant light with it whispers, with it gets volatile and simple, having this concept of the sun and the moon gravitating at the same stage, at the same time. Same timer creates anxiety, creates a constant necessity to that whisper continue appearing, showing a scar, to the world to see.

So volatile, not tangible as a word not said. So volatile as the ashes from an incesant fire being seen by so little and listened by no one too. Having this concrete agreement with the waves of this misterious ocean, the agreement of keeping a whisper protected, silent, into the woods, while the leaves of the trees touch each other and tell stories about who’s taller. A whisper so incesant that keeps that ground alive, humid, complete.

The wind brings it with it, without any noticeable touch or feeling, having clear the complementary story that can be written with it, that can be sang, so flitting, so simple and imperfect, so away from what is worth, from what is close, the wind knows what’s in the whispers, what’s hidden in the trees, when it’s necessary to give it a home, to give space to that whisper flows with the wind and touches the ocean, so it can be express, it can be cured.

The volatile whisper continues its path, not being so present, being more distant, silent, until it comes to one simple word from a mouth to an ear of an old woman trying to listen the birds near of a window, sitted in a wheelchair, not talking with her body wrinkled, getting away, expired, with those eyes about to close, not resisting it, just seeing the wind doing it for her.


Publicado en Personajes

Margot: La que visita el Infierno

Relato procedente: «Visita al Infierno«. Edad: 35 años.

Ciudad: Boston. Profesión: Florista.

Descripción física:

Mi cabello es de un color castaño claro, un tanto ondulado, con viveza. Mis ojos son del mismo color, con unos toques miel y una tez pálida. Mis labios son finos, ayudados por largos periodos de no sonreír, de no estar activos, de no dejarse llevar. Mi cuerpo es esbelto, comprendido por un conjunto sencillo, siempre utilizando colores claros y zapato cómodo.

Descripción de la personalidad:

Me han dicho muchas veces que soy interesante, misteriosa y aporto cierta dulzura a la ecuación. Puedo ser rígida, a veces, dura, pero muchas otras, comprensiva. No sabría muy bien cómo definirme, pero diría que las veces que he ido al Infierno, he vuelto mucho más fuerte, con energía, incansable, con ganas de sobreponerme a las cosas cada vez con más ahínco y, a veces, incluso cansancio. Me veo cambiante, otras sencilla, muchas complicada, algunas pequeñas, simplemente, absorta.

Una infancia rota:

Cuando ves cosas que no deberías ver en una casa, te endureces, en formas que no esperarías, que no comprendes, que no mereces, que no llegas a discernir. Cuando tus padres son alcohólicos, cuando te dejan atrás, cuando no te sientes seguro o arropado, cuando no perteneces. Eres hija única y lo que quieres es atención, pero aprendes a hacerte las cosas por ti misma, aprendes a que te necesitas tú y que debes seguir hacia adelante aunque no puedas, aunque seas pequeña y tengas que aprenderlo todo tú.

Tienes circunstancias que no sabrías explicar con palabras, tus padres viviendo entre botellas, suciedad, regocijo y noches en vela sin poder levantarse del sofá. Ser una niña y no tener rutinas, no ayuda a pasar por una adolescencia mucho más fácil, se vuelve desequilibrada, cansada y con demasiadas responsabilidades como para llevarlas tú sola, pero aprendes a tirar del carro, porque nadie más lo hace, porque eres tú con todo, porque sabes hacerlo lo mejor que puedes y porque, simplemente, eres una niña que aprende a aún no entender lo que ocurre, a seguir adelante pese a ello, improvisando, juntando piezas aquí y allá.

Una adolescencia desordenada:

Cuando tienes una niñez ya de por sí estresante, sin un orden común, sin una rutina, sin disciplina, sin nada que te ligue a tus padres o a pertenecer a un sitio en específico, tu adolescencia de por sí, no es bonita. Te vuelves rebelde, incapaz de procesar ciertos entornos con normalidad y cada día se vuelve un tanto más tedioso, necesitas volverte pasota, necesitas compensar ese dolor, esa culpa que te infringes sin motivo, porque no es tuya, es de tu entorno. Te vuelves inconsistente, distraída, caes en espiral, pero debes de volver a levantarte y seguir porque tus padres no van a hacerlo. Entras y sales de casa, mientras sigue preparada para que tú la limpies entre deberes y otras cosas que hacer, sin más que terminar cansada y sin energías, necesitando más horas de sueño y de comida sana, no basura.

La adolescencia fue más de fiestas, de sube y baja el ritmo, de no querer entender, de dejar pasar el tiempo, mientras la casa se limpiaba cuando se podía. Fue una larga etapa de inseguridades, sobre todo, de constantes cambios que ni yo entendía y que nadie me llegó a explicar. Sabía muy pocas cosas, pero las que sabía, tenía seguridad en ellas, tenía la certeza de que estaban bien hechas, compensándolo con noches en vela, diversión y malas compañías.

Visita al Infierno:

Decidí volver al Infierno, sin más ni menos. Y lo decidí por una razón bastante convincente, y es porque a veces, hay que pasar por el dolor para encontrarse a sí mismo, para comprenderse, para estar cerca, para notarse, para evolucionar dentro de uno mismo, para ser. Así que, sabía que me iría bien. Pensé en hacerlo sola, pero para nada creí que mi hermano Izan fuera a venir conmigo, no se lo quise permitir pero se tiró por delante de mí para poder cogerme estando abajo y no pasarlo sola. Recuerdo que era su primera vez, casi acaba hecho pedazos, pero siempre con esa idea de ver la luz al final del túnel que yo ya no veía por ningún lado.

A veces, está bien pasar tus infiernos en compañía, con un poco de comprensión y ese empuje que te falta, que te pesa, que te derrumba. Siempre estuvimos muy unidos, desde que éramos pequeños, íbamos a todos lados y nos entendíamos bastante bien, fue un alivio tenerle cerca en un momento oscuro, en un momento donde necesité a alguien que me tendiese la mano. El Infierno sigue siendo Infierno, pero hermanos solo hay los que tienes.

Un futuro desconocido:

Después de una caída tan abrupta, inesperada, inhóspita, llena de tortura y momentos de inseguridad y descontrol, se crea un espacio de crecimiento, de conocimiento, de escuchar tu voz interior, de conocer cuáles son tus límites, de poder estar ahí cuando te necesitas. Y sí, es un futuro desconocido porque vas andando sobre la marcha, vas aprendiendo poco a poco y el aprendizaje nunca termina. Cuanto más dura, más rota, más agotadora, mejor florece años más tarde, mejor se desarrolla, mejor se comprende, mejor se sabe, mejor se fortalece.


Publicado en Reflexiones

Lo que aprendes:

Aprendes a saber dónde pisas, a encontrarte, a no dejarte consumir por opiniones ajenas, a decidir por voluntad propia, a no dejar que nada ni nadie te diga cómo hacer las cosas, porque ya las haces tú sin más. Aprendes que las palabras vuelan, que una crítica se queda en eso y nada más, permaneces en silencio porque ni siquiera te ves en la necesidad de responderla, no te hace daño, no te interesa, simplemente, la apartas, que otros digan, hagan lo que quieran, aprendes a seguir tu camino los demás crean en ti o no, los demás te comprendan o no, los demás permanezcan o se vayan. Aprendes a que cada situación difícil que se presenta no es el fin del mundo, aunque lo parezca a simple vista, aunque sea palpable, distinguido. Aprendes a que hay más matices en una gama de colores limitada por otras mentes,

Aprendes a que, a veces, debes caminar a tu ritmo, en silencio, mientras el conflicto permanece fuera, mientras tu paz permanece dentro, no te involucras, no te adaptas, simplemente, sigues tu misión y propósito, centrada, focalizada en algo más que no es lo que otros esperan de ti, lo que quieren que hagas o cómo quieren que lo hagas, no hay nada más importante que seguir el camino ya presentado, ya decidido. Aprendes a amarte tal como eres, aunque otros no, aprendes que los comentarios son comentarios y tal cual vienen se van. Aprendes a respetarte tanto que no aceptas faltas de respeto ajenas o cualquier otra agresión física o emocional. Aprendes que tu independencia vale oro, que tienes que cuidar con quién te compartes.

Aprendes a no enfadarte, a no poner atención a cosas que no son de tu incumbencia, a no escuchar conversaciones ajenas. Aprendes que hay mucho más detrás de una cara que lo que se representa a simple vista. Aprendes que no todo el mundo va a aceptarte como lo haces tú, que no a todo el mundo le vas a gustar o les va a encantar lo que dices o compartes, y estás bien con ello, con esa decisión, no pasa nada. Aprendes a escuchar falsas acusaciones y gente que asume lo que quiere, que crea sus historias sobre ti y a no responder, porque lo respetas pero no te identificas, sigues adelante. Aprendes a centrarte en lo que haces, en lo que entiendes, en lo que te llena y te hace sentir vivo. Aprendes que no vas a ser siempre comprendido y está bien, a que no todo el mundo va a compartir tu opinión, y está bien, a que no todo el mundo va a querer escucharte, y está bien, cada cual decide lo que quiere hacer y está bien.

Aprendes que cometer errores es parte del día a día, una parte de más del rompecabezas del ser humano. Aprendes a escuchar a otros en silencio, a no compartir lo que no debes o a expresar demasiado, nunca sabes cómo se va a utilizar más tarde. Aprendes a observar, aprendes a ver las cosas desde otra perspectiva siempre, a no asumir cosas con tanta facilidad, a cuestionarte todo, a preguntarlo todo y a pararte a mirar la reacción del entorno cuando lo haces. A veces, las personas muestran más de lo que quieren admitir. Aprendes a cuidarte cuando no te sientes bien, a no forzarte demasiado, a encontrar paz en las pequeñas cosas. Aprendes a no acelerarte en situaciones que todavía no han llegado o en momentos en suspenso, simplemente, paras. Aprendes que hay cosas que no se pueden explicar racionalmente y otras muchas que si no las explicas de esa forma, no tienen cabida en la realidad. Aprendes a que sentir y ser auténtico es lo que te separa del resto, pero no te hace ser mala persona o rígido, sino empezar a respetarte como te mereces.

Aprendes a que cada día es más preciado que el anterior, a que no hay día que la muerte no te ronde alrededor y que en cualquier momento podría suceder, lo tienes presente y te mueves acorde a esto. Aprendes que no todos tenemos el mismo nivel de vibración, habrá gente con la que te lleves bien y otra gente menos bien, que todo es parte de la vida, no te fuerzas, no esperas que te acepten ni que te valoren o validen, ya lo haces tú cada día de tu vida. Aprendes que no es o todo o nada en cada situación, pero que tomarse un descanso es lo mejor que te puedes dar en situaciones difíciles. Aprendes a entender comportamientos que no son adecuados, te alejas con una lección más aprendida. Aprendes a que cada uno es un individuo que vive sus experiencias, tiene sus creencias y de que las de todos son diferentes, aceptas otros puntos de vista aunque no los compartas, aunque no acepten los tuyos y, simplemente, les dejas hablar. Aprendes que cada uno siente de una forma diferente y que no tiene que ser igual que la tuya, no juzgas, no criticas, solo lo dejas ser. Aprendes a que las heridas van a seguir ahí abriéndose y cerrándose, no todo es constante, no todo es perfecto, no todo es cíclico, y lo dejas tal cual es, sin resistencia, sin más pensamiento y empuje del de seguir aprendiendo.


What you learn:

You learn to know where you are stepping into, to find yourself, not to let yourself be consumed by other people’s opinions, to decide of your own free will, not to let anything or anyone tell you how to do things, because you just do them. You learn that words fly, that a criticism stays just that and nothing more, you remain silent because you don’t even feel the need to answer it, it doesn’t hurt you, it doesn’t interest you, you just don’t care, you just push it aside, let others say whatever they want, do whatever they want, you learn to follow your path, others believe in you or not, others understand you or not, others stay or go. You learn that every difficult situation that arises is not the end of the world, even if it seems so at first glance, even if it is palpable, distinguished. You learn that there are more nuances in a range of colours limited by other minds,

You learn that, sometimes, you must walk at your own pace, in silence, while the conflict remains outside, while your peace remains within, you don’t get involved, you don’t adapt, you just follow your mission and purpose, centered, focused on something else that is not what others expect of you, what they want you to do or how they want you to do it. There is nothing more important than following the path already presented, already decided. You learn to love yourself as you are, even if others don’t, you learn that comments are comments and as they come they go. You learn to respect yourself so much that you don’t accept disrespect from others or any other physical or emotional aggression. You learn that your independence is worth gold, that you have to be careful who you share yourself with.

You learn not to get angry, not to pay attention to things that are none of your business, not to listen to other people’s conversations. You learn that there is much more behind a face than what is represented to the naked eye. You learn that not everyone is going to accept you the way you do, that not everyone is going to like or love what you say or share, and you’re okay with it, with that decision, it’s okay. You learn to listen to false accusations and people who assume what they want, who believe their stories about you and not respond, because you respect them but you don’t identify with them, you move on. You learn to focus on what you do, what you understand, what fulfills you and makes you feel alive. You learn that you’re not always going to be understood and that’s okay, that not everyone is going to share your opinion, and that’s okay, that not everyone is going to want to listen to you, and that’s okay, everyone decides what they want to do and it’s okay.

You learn that making mistakes is part of everyday life, one more part of the puzzle of the human being. You learn to listen to others quietly, not to share what you shouldn’t, or to express too much, you never know how it’s going to be used later. You learn to observe, you learn to see things from another perspective always, to not assume things so easily, to question everything, to ask everything and to stop and look at the reaction of the environment when you do it. Sometimes, people show more than they want to admit. You learn to take care of yourself when you’re not feeling well, to not push yourself too hard, to find peace in the little things. You learn not to speed up in situations that haven’t arrived yet or in moments of suspense, you just stop. You learn that there are things that can’t be explained rationally and many others that if you don’t explain them that way, they have no place in reality. You learn that feeling and being authentic is what separates you from the rest, but it doesn’t make you a bad person or rigid, but it makes you start to respect yourself as you deserve.

You learn that each day is more precious than the last, that there is not a day that death does not surround you and that at any moment it could happen, you keep it in mind and move accordingly. You learn that we don’t all have the same level of vibration, there will be people you get along with and other people less well, that it’s all part of life, you don’t force yourself, you don’t expect to be accepted or valued or validated, you already do it every day of your life. You learn that it’s not all or nothing in every situation, but that taking a break is the best thing you can give yourself in difficult situations. You learn to understand behaviors that aren’t appropriate, you walk away with one more lesson learned. You learn that everyone is an individual who lives their experiences, has their own beliefs and that everyone’s beliefs are different, you accept other points of view even if you don’t share them, even if they don’t accept yours and you simply let them speak. You learn that everyone feels differently and that it doesn’t have to be the same as yours, you don’t judge, you don’t criticize, you just let it be. You learn that the wounds are going to continue to open and close, not everything is constant, not everything is perfect, not everything is cyclical, and you leave it as it is, without resistance, without more thought and drive to a continuous learning.


Publicado en Relatos

Visita al Infierno:

Estaba preparada. Estaba lista, una vez más, el Infierno esperaba justo frente a mí. Miraba hacia abajo, decidida a saltar desde el precipicio, notando el sudor caer por mi frente, mientras las hojas de los árboles del bosque en el que me encontraba se chocaban unas con otras, dejando a la escucha un silencio embriagador y calmante para la decisión tomada. A veces, hay que pasar por el Infierno para resurgir de las cenizas más fuerte. Cerré los ojos, abrí los brazos de par en par y me decidí a dejarme caer hacia adelante, pero algo me paró en seco, algo que me cogía de la cintura y me apartaba del borde con determinación. Me giré e Izan permanecía allí plantado, serio, con una mirada directa y con miedo en los ojos. Y ahora venía una charla.

– No – me dijo, sin más, moviendo la cabeza de un lado a otro – No, punto.

– Ya está decidido, es algo que voy a hacer – mi voz sonó algo más suave de lo que esperaba, pero creía que sería determinante para él si no me temblaba, odiaba las despedidas – No me vas a hacer cambiar de opinión.

– No vengo a hacerte cambiar de opinión sobre nada, vengo a hacerlo contigo, te acompaño a donde sea que vayas – su voz continuaba con el mismo tono, ni un temblor, ni un matiz de inseguridad, nada. Aquello iba en serio y no quería que fuese así – Así que, venga.

– Tú no vas a ninguna parte – le espeté, a la defensiva, con el miedo arañándome los huesos – Yo soy la que tengo que ir.

– Sola. Como lo haces todo… – me miró fijamente, mientras ponía los pies en el borde y esperaba a que yo me posicionara a su lado, por supuesto, no lo hice – Ni hablar.

– ¿Pero tú estás loco? ¿Tienes la menor idea de lo que va a pasar allí abajo? – mi voz empezaba a elevarse, mi cara se enrojecía y mis ojos se ensanchaban – Ya he estado allí abajo y no es un buen sitio donde pasar las vacaciones. ¡Tú no vienes!

– Tú no eres quién para tomar esa decisión, es mí decisión y voy a saltar contigo o no vamos ninguno de los dos, tú verás – nos miramos con fijeza por unos momentos, totalmente llevados por el calor del momento y, la verdad, no sabía qué contestar a eso, siempre había sido tan cabezota – Visto que no dices nada, voy a tomarlo como un sí.

Me cogió de la muñeca y me empujó al borde, primero se dejó caer él y me atrajo a mí hacia su cuerpo conforme caíamos. Las llamas nos quemaron tantas veces como nuestra piel pudo soportar, nuestros demonios nos torturaron hasta hacernos perder la esperanza de volver a donde habíamos empezado. Perdimos de vista el precipicio, dejamos de buscar una salida, empezamos a fortalecernos, a no mirar atrás, sino con lo que podíamos subsistir allí juntos, en una celda frente a otra, con comida pasada y almas penitentes gritando desgarrándose de dolor entre las paredes de ese sitio. Podía verle desde donde yo estaba sentada, era su primera vez y estaba roto por dentro pero lo escondía muy bien, entre su cabello largo y sus ojos negros, su media sonrisa y su complexión fuerte, para él no había más que seguir adelante y dejar de tropezar, para mí solo había abismo y un montón de porquería que soportar más, una vez caes allí, es difícil volver a levantarte.

Pero una vez nos rendimos a nosotros mismos, a nuestros miedos más profundos, a nuestro dolor más escondido, nos fuimos a nuestras celdas una noche después de una tortura magistral y nos despertamos en la habitación de un hotel en mitad de Nueva York sobre cenizas y unas sábanas no particularmente limpias, al igual que las paredes, oscuras y algo mugrientas, no parecían limpiarlo muy bien. Mi cuerpo seguía caliente, así que, me levanté de un salto y me metí en la ducha, mientras Izan permanecía sentado en la cama, pensativo. La primera vez que te transformas, suele ser duro, te pierdes, no sabes dónde estás o a dónde vas, pero una vez te reencuentras, todo lo demás vuelve a su cauce solo. La mía era una entre mil, mi cuerpo ya estaba acostumbrado, para mi mente era un nuevo amanecer, y para mis sentidos… una nueva lección más aprendida.


A Visit to Hell:

I was ready. I was ready, once again, Hell was waiting right in front of me. I looked down, determined to jump off the cliff, feeling the sweat drip down my forehead, while the leaves of the trees in the forest I was in clashed against each other, leaving the listener with an intoxicating and soothing silence for the decision made. Sometimes, you have to go through Hell to rise from the ashes stronger. I closed my eyes, opened my arms wide, and decided to let myself fall forward, but something stopped me in my tracks, something that grabbed me by the waist and pulled me away from the edge with determination. I turned and Izan stood there, serious, with a direct look and fear in his eyes. A talk was about to take place.

«No,» he said, without further ado, shaking his head from side to side. «No, period.»

«It’s already decided, it’s something I’m going to do,» my voice sounded a little softer than I expected, but I thought it would be decisive for him if I didn’t tremble, I hated goodbyes. «You’re not going to change my mind.»

«I’m not here to change your mind about anything, I’m here to do it with you, I’ll accompany you wherever you go,» his voice continued with the same tone, not a tremor, not a hint of insecurity, nothing. He was serious about it and I didn’t want it to be that way. «So, come on.»

«You’re not going anywhere,» I snapped, defensively, with fear scratching at my bones, «I’m the one who has to go.»

«Alone. As well as you do everything…» He stared at me, as he put his feet on the edge and waited for me to position myself next to him, of course, I didn’t. «No way.»

«Are you crazy? Do you have the slightest idea what’s going to happen down there?» My voice was starting to rise, my face was reddening and my eyes widening. «I’ve been down there before and it’s not a good place to spend your holidays. You’re not coming!»

«You’re not the one to make that decision, it’s mine and I’m going to jump with you or neither of us will go, you’ll see what you do,» we stared at each other for a few moments, totally carried away by the heat of the moment and, the truth is, I didn’t know what to say to that, he had always been so stubborn. «As you don’t say anything, I’m going to take it as a yes.»

He grabbed me by the wrist and pushed me to the edge, first he let himself fall and pulled me to his body as we fell. The flames burned us as many times as our skin could bear, our demons tortured us until we lost hope of returning to where we had started. We lost sight of the precipice, we stopped looking for a way out, we began to strengthen ourselves, not to look back, but with what we could subsist there together, in one cell opposite another, with old food and screaming penitent souls tearing themselves apart in pain within the walls of that place. I could see him from where I was sitting, it was his first time and he was broken inside but he hid it very well, between his long hair and his black eyes, his half-smile and his strong build, for him there was nothing to do but keep going and stop stumbling, for me there was only abyss and a lot of crap to endure still, Once you fall there, it’s hard to get back on.

But once we surrendered to ourselves, to our deepest fears, to our most hidden pain, we went to our cells one night after a masterful torture and woke up in a hotel room in the middle of New York on ashes and not particularly clean sheets, as well as the walls. Dark and somewhat grimy, the employees didn’t seem to clean it very well. My body was still warm, so I jumped up and got into the shower, while Izan sat on the bed thoughtfully. The first time you transform, it’s usually hard, you get lost, you don’t know where you are or where you’re going, but once you find yourself again, everything else goes back into its own way. Mine was one in a thousand, my body was already used to it, for my mind it was a new dawn and for my senses… A new lesson learned.


Publicado en Reflexiones

El Prado:

Me había sentado en la cama, cerrado los ojos y entrado en meditación, no me sentía bien, todo mi cuerpo temblaba, no estaba en la mejor forma. El único refugio que recordaba era ese prado, al que siempre iba cuando me sentía así, perdida y en constante desbalance. Bajé las escaleras después de respiraciones profundas y coordinadas, encontrándome con una puerta blanca, esperándome, empujándome a abrirla. Ese hermoso prado se mostró frente a mí, pude oler el perfume que desprendían las flores, oí a los pájaros cantar, el aire chocar contra mi cara y los árboles hablar entre ellos mientras sus hojas se acariciaban unas con otras. Era como volver a casa.

Me senté en el banco que había justo en el centro, para disfrutar del sol, calentaba mi piel, mientras cerraba los ojos. Después de unos minutos de una paz que llevaba meses sin sentir, noté que alguien me tocaba la espalda con suavidad y la frotaba con delicadeza. Me hizo abrir los ojos poco a poco y, al mirarle, sonreí de inmediato, hacía mucho tiempo que no le veía. Cabello canoso, ojos profundos, gafas de pasta grandes y esos kilos de más que mi abuela siempre le decía que debían desaparecer, a gritos y con desmesurada condescendencia. Mi abuelo me devolvió la sonrisa y me acarició la mejilla, pude sentir la paz invadirme.

– He venido a decirte algo, cariño – me dijo, con esa voz profunda y calma, siempre había mostrado en él determinación y sabiduría. Le seguí mirando fijamente, sus consejos siempre habían pasado de él a mi madre y de mi madre a mí – Priorízate, encuéntrate, vuelve a centrarte como tan bien has sabido hacer siempre. No dejes que nada ni nadie te cree este caos interior, que no te importen las opiniones ajenas, que no te importe nada más que tu bienestar, debes volver a focalizarte en tu pasión, en lo que sabes hacer, tienes ese don, ese empuje, eso que tan bien te transforma y te define, lo has dejado de lado por poner más atención al conflicto externo que a ti misma, y no puedes. Decide a quién debes lealtades, de qué disfrutas, en qué ponerte al día, construye y crea.

– No estoy en un buen momento como para… – traté de explicarle con lágrimas en los ojos antes de que me interrumpiera -.

– Este es tan buen momento como cualquier otro. Si lo piensas bien, nunca hay un buen momento para hacer algo, o lo haces o no, pero las cosas vienen como vienen y te las tienes que comer tal cual son, de lleno. Así como te sientes ahora, cógelo todo y construye, crea en base al miedo, al dolor, al caos, al desbalance, a los fracasos, a todo lo caótico que tanto te ha servido para ponerte a escribir, siempre has sido tú y ella, así es como mejorarás, no pierdas el foco de eso. Esa es tu inspiración, muévete desde ahí, sabes quién eres, yo sé muy bien quién eres y te aseguro que no eres como otros asumen, para nada lo eres. Sientes fuerte, sientes tanto que hasta te abruma, ÚSALO para ponerte bien, para sentirte de nuevo, para conectarte contigo. Has perdido el control y has caído nuevamente, pero eso no tiene por qué hacer que te quedes en el suelo y no te levantes. Yo nunca me he quedado sentado y hasta hoy, tú tampoco, todo lo que tienes lo tienes por ti.

– A veces, me gustaría sentir menos, te lo aseguro, evadirme de todo e irme a una montaña solitaria. No espero ciertas cosas y me dan en la cara, cuando me doy cuenta ya todo se va desmoronando y ahora tengo un mal cuerpo… – le comento, entre frustrada y pensativa, mientras sigo contemplando su semblante serio – Solo quiero volver a cómo estaba antes, a estar como siempre, ya.

– Piensa que es solo un bache, nada más. Donde hay días malos, hay otros mejores, cuando un día caes, otro te levantas, no todo es blanco o negro, permitamos también los demás tonos. Déjate sentir las cosas, no pasa nada, siéntelo todo de una y desmorónate, llora, haz lo que te dé la gana. Pero nunca nos rendimos aquí, nunca nos quedamos en la cama, nos levantamos y seguimos intentándolo, seguimos siendo quiénes somos y aunque no nos apetezca sonreír, lo hacemos igual. Sabes lo que te va bien para mejorarte, solo HAZLO – dijo, dándome un beso en la frente con dulzura, mientras yo asentía con la cabeza y cerraba los ojos, dejando que sus palabras entrasen en mí poco a poco, siempre había sido alguien a quién había admirado por todo lo que nos había enseñado a mi madre y a mí, siempre había sido un hombre muy fuerte y decidido que nos empujaba a estar siempre juntas y a pelearlo todo -.

Cuando abrí los ojos, ya no estaba. Suspiré y seguí sintiendo el aire fresco, ¿la verdad? No quería volver. Mi cuerpo se revolvía en sí mismo y me estaba costando trabajo el aceptar que estaba volviendo a la casilla uno que tanto me había costado superar hacía un par de años. Pero como todo en esta vida que te hace levantarte, me fui directa hacia la puerta blanca que me esperaba, la crucé y subí las escaleras, sintiendo la cama debajo de mí, sintiendo mi estómago, todo mi cuerpo temblar. Respiré hondo una última vez, abrí los ojos y empecé nuevamente desde cero, con una página en blanco y nuevas ideas que desarrollar, siguiendo mi misión y mi propósito, focalizando y canalizando mi caos.


Meadow:

I had sat up in bed, closed my eyes and gone into meditation, I didn’t feel well, my whole body was shaking, I wasn’t in the best shape. The only refuge I remembered was that meadow, where I always went when I felt like this, lost and constantly out of balance. I descended the stairs after deep, coordinated breaths, encountering a white door, waiting for me, pushing me to open it. That beautiful meadow showed itself in front of me, I could smell the perfume of the flowers, I heard the birds singing, the air crashing against my face and the trees talking between them as their leaves caressed each other. It was like coming back home.

I sat on the bench right in the middle to enjoy the sun, warming my skin, while closing my eyes. After a few minutes of a peace I hadn’t felt for months, I noticed someone gently touching my back and rubbing it gently. He made me open my eyes slowly, and when I looked at him, I smiled immediately, I hadn’t seen him for a long time. Gray hair, deep eyes, big glasses and those extra pounds that my grandmother always told him should disappear, shouting and with excessive condescension. My grandfather smiled back and caressed my cheek, I could feel the peace invading me.

«I’ve come to tell you something, darling,» he said, in that deep, calm voice, «I had always shown determination and wisdom in him. I kept staring at him, his advice had always passed from him to my mother and from my mother to me. «Prioritize and find yourself, refocus as you have always known how to do so well. Don’t let anything or anyone create this inner chaos into you, don’t care about other people’s opinions, don’t care about anything other than your well-being, you must refocus on your passion, on what you know how to do, you have that gift, that thing you thrive in, that which so well transforms and defines you, you have put it aside to pay more attention to the external conflict than to yourself, and you can’t. Decide who you owe allegiances to, what you enjoy, what to catch up on, build, and create.»

«I’m not in a good shape to…» I tried to explain to him with tears in my eyes before he interrupted me.

«This is as good time as any other. If you think about it, there is never a good time to do something, either you do it or you don’t, but things come as they come and you have to eat them as they are, period. Just the way you feel now, take it all and build, create based on fear, pain, chaos, imbalance, failures, everything chaotic that has served you so well to start writing, it has always been you and her, this is how you will improve, do not lose focus on that. That is your inspiration, move from there, you know who you are, I know very well who you are and I assure you that you are not as others assume, you are not at all. You feel strong, you feel so much that it even overwhelms you, USE it to get well, to feel again, to connect with yourself. You’ve lost control and fallen again, but that doesn’t have to make you stay on the ground and not get up. I’ve never sat back and to this day, neither do you, everything you have you have it thanks to you.»

«Sometimes, I would like to feel less, I assure you, to escape from everything and go to a lonely mountain. I don’t expect certain things and they hit me in the face, when I realize everything is falling apart and now I have a bad body…» I comment, between frustrated and thoughtful, while I continue to contemplate his serious countenance. «I just want to go back to how I was before, to be as always, right now.»

«Think this is just a bump, nothing more. Where there are bad days, there are better ones, when one day you fall, another you get up, not everything is black and white, let’s also allow the other tones. Let yourself feel things, it’s okay, feel it all at once and fall apart, cry, do whatever you want. But we never give up here, we never stay in bed, we get up and keep trying, we still be who we are and even if we don’t feel like smiling, we do it anyway. You know what is good for you to improve yourself, just DO it,» he said, giving me a kiss on the forehead sweetly, while I nodded my head and closed my eyes, letting his words enter inside of me slowly, he had always been someone I had admired for everything he had taught my mother and me, he had always been a very strong and determined man who pushed us to always be together and fight against everything.»

When I opened my eyes, he was gone. I sighed and kept feeling the fresh air. The honest truth? I didn’t want to go back. My body was turning in on itself and I was having a hard time accepting that I was going back to square one that I had worked so hard to overcome a couple of years ago. But like everything in this life that gets you up, I went straight to the white door that was waiting for me, went through it and up the stairs, feeling the bed beneath me, feeling my stomach, my whole body shaking. I took one last deep breath, opened my eyes and started again from scratch, with a blank page and new ideas to develop, following my mission and purpose, focusing and channeling my chaos.


Publicado en Relatos

Evasión:

A veces, es difícil poner las palabras, encajarlas, mostrarte, demostrar, permaneciendo aferrado al miedo, aún sabiendo que los límites se los crea uno mismo. Evasión, al seguir caminando sin freno, al bajar la mirada cuando alguien observa, al no empezar una conversación, a preferir mirar hacia abajo que encarar una situación. Esa evasión que te rompe cuando te estás alejando, cuando no estás atento, no estás perceptivo, receptivo a estimulación externa, cuando estás simplemente apagado, estando sin estar, gritando pero sin hacerlo en voz alta, conteniendo esa necesidad de ayuda, esa necesidad de sentir a alguien cerca y, a la vez, tener miedo de hacerlo. Esa evasión que sufre, que victimiza, que se desliza, que te hace prisionero de tus emociones, que te atraviesa y te hace permanecer inmóvil, con máscaras, sin mostrar emociones.

Una evasión rompe esquemas, muestra la no comunicación, una lección aún por aprender, desequilibrio, duda. Evasión al conflicto, a la gente, a las cosas que sabes que debes hacer pero pospones. Todo es miedo, todo es ansiedad, todo es no sentirse con fuerza suficiente tras una doble caída. Sigues caminando, pretendiendo que todo está bien, una sonrisa tras otra, intentando cubrir lo que realmente está ahí, lo que palpita bajo tu piel, con lo que sueñas despierta, con lo que miras a través y, a veces, te asusta ver, cuando te encuentras con un espejo perfecto que ilumina aquellas cosas que aún quedan por hacer. Miedo. Aún se aferra, aún se desenvuelve, aún permanece. Así es como muestras la necesidad de una mano amiga, alguien que no te deje postrada en la cama por miedo a salir, por miedo a exponerte, a expresarte, a escribir sobre lo que te vuelve loca, lo que te endulza el alma o lo que te quiebra.

Evades, sabiendo que no debes, no todo el mundo y no todas las cosas lo merecen, a veces, sin pensar, otras veces, solo colapsas y no puedes más. Pueden creer lo que quieran creer, pero sabes quién eres y por qué haces lo que haces, solo es una lección más de la que salir fortalecido, de la que aprender a sobrellevar una vez más aquello que más te preocupa, dejando de sobrepensar, dejando el pasado un poco donde está y pudiendo conectar con quién eres una vez más. Evades cuando tu cuerpo y tu mente no se alinean, no se encuentran en un mismo lugar, la ansiedad empieza a colapsarte y no encuentras la forma de caminar más despacio, de escuchar más lento, de hablar calmadamente. Porque de eso se trata, de romper patrones de conducta, silencios incómodos, aceptar la ayuda de vez en cuando, saber cuándo dejar de sujetar la espada y poner el escudo a modo de perpetua defensa.

Lidias con tus demonios día sí y día también, es duro, es cansado, es un constante cambio que abruma, persiste y te deja exhausto. Evades porque es lo que has sabido hacer, porque es lo que has aprendido, porque has tenido alrededor una soledad impuesta, forzada, pesada, que no querías y ahora es lo único que buscas sin querer o queriendo, viviendo en dicotomía, viviendo en un sufrimiento disfrazado del que no sabes si saldrás mañana. Pero lo intentas, eso es lo bueno aunque no se vea a simple vista, haces más de lo que puedes, escribes más de lo que debes, expresas más de lo que te gustaría entre palabras de cariño, afecto y cercanía, más de lo que lo haces físicamente. Lo real, a veces, no es tan sencillo, lo real significa no evadir, lo real significa tener paciencia, lo real significa no sé si podré hacerlo pero seguiré intentándolo sin derrota, sin sentirme abatido, sin convertirme en mi propio mártir, sin rendirme solo porque no estoy a la altura de lo que podría hacer hoy.

Evades, pero sabes que esa fuerza la tienes en algún lugar, para no sumirte en desolación, en tu propio desastre, en tu propio aislamiento, para no convertirte en víctima de tus palabras, para no sentir culpa ni desesperación, para convertirte en alguien que puede manejar lo que no sabe manejar, en alguien que, al menos, trata de enfrentar sus sombras siendo difícil, complejo, complicado, unas sombras que tumban montañas, pero ahí estás, de pie observando, sin más. Evades lo que te gusta, lo que amas, lo que sientes, lo que quieres tocar y no puedes, lo que quieres coger pero te frenas, lo que quieres perseguir, pero callas. Un quiero y no puedo, una inseguridad impuesta, un océano de duda del que nadie sabe, el que no cuentas, el que encierras. Evades al sentirte perdido, al sentir que todo es demasiado, al necesitar simplicidad, al necesitar limpiar tu mente, descargar peso, contemplar sin restricción, actuar sin represión. Evades sin compartir, sin cercanía, con frialdad, cuando es el momento en el que más estás sintiendo y donde la derrota se siente palpable y la tristeza es tu única cómplice.

Evades, sintiendo demasiado, no queriendo sentir nada, dejando que las lágrimas se posen sobre tus mejillas y te dejen separado de todo, una vez más. Evades porque no te sientes seguro, porque prefieres dar dos pasos atrás para no aferrarte que dejar que tu corazón decida. Evades porque te complicas sin sentido, porque escuchas a tu mente hablar, a nublarte el juicio, a comprender lo que no debes comprender y a dejarte llevar por susurros que no debes escuchar. Evades cuando compartes demasiado, cuando no sabes nada, cuando prefieres desaparecer que enfrentarlo, cuando tú mismo te dices que no puedes hacerlo. Evades cuando todo se rompe, cuando todo se aleja y se silencia, cuando lo provocas tú, cuando lo provocan otros, es un silencio perpetuo, una evasión constante y un corazón que trata de recomponer las piezas de un puzle que no sabe si será capaz de recomponer pero lo intenta. Evades hasta que dejas de hacerlo, hasta que avanzas con paciencia y compasión hacia ti mismo, entendiendo tus etapas y amándote como te mereces cada día que decides seguir luchando.


Avoidance:

Sometimes, it is difficult to put the words, to fit them, to show yourself, to demonstrate, remaining clinging to fear, even knowing that the limits are created by oneself. Evasion, by continuing to walk without restraint, by lowering one’s gaze when someone is watching, by not starting a conversation, by preferring to look down than face a situation. That avoidance that breaks you when you’re moving away, when you’re not attentive, you’re not perceptive, you’re not receptive to external stimulation, When you’re just off, being not there, screaming but not doing it out loud, holding back that need for help, that need to feel someone close to you and, at the same time, being afraid to do it. That evasion that suffers, that victimizes, that slides, that makes you a prisoner of your emotions, that pierces you and makes you remain immobile, with masks, without showing emotions.

An avoidance breaks schemes, shows non-communication, a lesson still to be learned, imbalance, doubt. Avoidance of conflict, of people, of things you know you have to do but postpone. It’s all fear, it’s all anxiety, it’s all not feeling strong enough after a double fall. You keep walking, pretending that everything is fine, one smile after another, trying to cover what is really there, what pulsates under your skin, what you daydream about, what you look through and sometimes you are scared to see, when you find a perfect mirror that illuminates those things that still need to be done. Fear. It still clings, it still unfolds, it still remains. This is how you show the need for a helping hand, someone who doesn’t leave you bedridden for fear of going out, for fear of exposing yourself, of expressing yourself, of writing about what drives you crazy, what sweetens your soul or what breaks you.

You evade, knowing that you shouldn’t, not everyone and not all things deserve it, sometimes without thinking, other times, you just collapse and can’t take it anymore. They can believe what they want to believe, but you know who you are and why you do what you do, it is just one more lesson from which to emerge stronger, from which to learn to cope once again with what worries you the most, stop overthinking, leave the past a little where it is and be able to connect with who you are once again. You escape when your body and mind don’t align, they are not in the same place, anxiety begins to collapse and you cannot find a way to walk slower, to listen slower, to speak calmly. Because that’s what it’s all about, breaking patterns of behavior, awkward silences, accepting help from time to time, knowing when to stop holding the sword and put up the shield as a perpetual defense.

You deal with your demons day in and day out, it’s hard, it’s tiring, it’s a constant change that overwhelms, persists and leaves you exhausted. You evade because it’s what you’ve been able to do, because it’s what you’ve learned, because you’ve had around you an imposed, forced, heavy solitude that you didn’t want and now it’s the only thing you’re looking for without wanting or wanting it badly, living in dichotomy, living in a disguised suffering that you don’t know if you’ll get out of tomorrow. But you try, that’s the good thing even if it can’t be seen with the naked eye, you do more than you can, you write more than you should, you express more than you would like between words of affection and closeness, more than you do it physically. The real, sometimes, is not so simple, the real means not evading, the real means having patience, the real means I don’t know if I will be able to do it but I will keep trying without defeat, without feeling dejected, without becoming your own martyr, without giving up just because I’m not up to what I could do today.

You evade, but you know that you have that strength somewhere, so that you don’t sink into desolation, into your own disaster, into your own isolation, so that you don’t become a victim of your words, so that you don’t feel guilt or despair, so that you don’t know how to handle it, someone who, at least, tries to face its shadows by being difficult, complex, complicated, shadows that knock down mountains, but there you are, standing observing, nothing more. You avoid what you like, what you love, what you feel, what you want to touch and can’t, what you want to take but you stop, what you want to pursue, by keeping yourself quiet. An I want to and I can’t, an imposed insecurity, an ocean of doubt that no one knows about, the one you don’t tell, the one you enclose. You evade by feeling lost, by feeling that everything is too much, by needing simplicity, by needing to clear your mind, to unload weight, to contemplate without restriction, to act without repression. You evade without sharing, without closeness, with coldness, when it is the moment when you are feeling the most and where defeat feels palpable and sadness is your only accomplice.

You evade, feeling too much, not wanting to feel anything, letting the tears settle down your cheeks and leave you separated from everything, once again. You avoid because you don’t feel safe, because you’d rather take two steps back so you don’t cling to than let your heart decide. You avoid because you complicate yourself without sense, because you listen to your mind talking, to cloud your judgment, to understand what you shouldn’t understand, and to let yourself be carried away by whispers that you shouldn’t hear. You avoid when you share too much, when you don’t know anything, when you’d rather disappear than face it, when you tell yourself you can’t do it. You evade when everything breaks, when everything moves away and is silenced, when you provoke it, when it is provoked by others, it is a perpetual silence, a constant evasion and a heart that tries to put the pieces of a puzzle back together that does not know if it will be able to recompose but tries. You evade until you stop doing it, until you move along with patience and compassion towards yourself, understanding your stages and loving yourself as you deserve every single day you struggle.


Publicado en Personajes

Silva: La que se siente atrapada

Relato procedente: «Mancha«. Edad: 28 años.

Ciudad: Seattle. Profesión: Artista.

Descripción física:

Mi cabello es de un color castaño oscuro, siempre recogido con un moño. Mis ojos del mismo color tienen tonos almendra, suelen estar algo hinchados, incómodos tras días de invisible sufrimiento. Mis labios finos, tiemblan, se mantienen prietos al estar frente a gente conocida, con la necesidad de ocultar lo que siento, queriendo desaparecer. Mi tez sigue siendo pálida, con mejillas rosadas y un cuerpo cada vez más esbelto, algo que me tiene inquieta, pero no suelo tener apetito como para comer más de lo que como ahora. No suelo salir mucho de casa, así que, me visto con el pijama o ropa de deporte, es cómoda para estar en la cama, es lo único que me apetece.

Descripción de la personalidad:

Me han dicho tantas cosas que no sabría por dónde empezar, pero depresiva es una de ellas, que no soy suficiente, que tiendo a tirar la toalla muy rápido, que no estoy conforme con nada, que soy una quejica y que me paso el día llorando en vez de ponerme a trabajar en algo que realmente me inspire, que estoy así porque quiero y solo me hago la víctima, que no debería estar echada en la cama tanto tiempo y que soy una vaga. He dejado de comprender, de saber qué cosas son verdad o no, de querer mirarme en el espejo y encontrar algo que no me hayan dicho ya, encontrar algo positivo que poder decir, pero creo que una cosa que diría sería: una mancha invisible que nadie mira, que nadie ve, que nadie comprende.

Una infancia adulta:

Sí, lo has leído bien y puede que sea algo confuso. ¿Cómo podría ser alguien una niña y adulta a la vez? Bueno, pues puede ser. Yo lo fui. No tenía tiempo para los estudios, estaba todo el tiempo ayudando en casa, tenía que hacer de madre, se pasaba el día borracha, no sabía cocinar, se quejaba todo el día, solo le apetecía tirarse en el sofá y encenderse la televisión, apestando a alcohol y con necesidad de una ducha caliente, al parecer, era yo quién debía decírselo y ni siquiera supe quién era mi padre, se marchó estando mi madre embarazada, así que, yo era la única ayuda en aquel sitio del demonio.

Gritos, desesperanza, soledad forzada, aislamiento social, vergüenza, colapso mental, unas notas que rozaban el aprobado, reventada llegadas las diez de la noche e insomnio constante. Vivía en alerta, esperando que mi madre hiciese alguna locura que no esperaba, que tras volver del colegio la viese desmayada o algo peor, que hubiese arrasado con todas las botellas de alcohol que habían en casa, que fuese tarde y todavía no se hubiese acostado o comido nada. Vivía entre preocupada por ella y odiándola por no ser capaz de cuidarse a sí misma, por no ser suficientemente responsable como para ocuparse de mí y de mis necesidades, solo era una niña.

Adolescencia rebelde:

Al no poder controlar la situación en casa, sobreviviendo con constante cansancio, ganas de dejarlo todo y desaparecer, de aburrimiento y sobre exigencia, empecé a ingerir sustancias, ir a fiestas, volver tarde a casa, borracha muchas veces, tratando de olvidar lo que ocurría, incluso, llegué a engancharme a los relajantes. Fue una época bastante mala, mi madre entró en rehabilitación varias veces, se escapó otras cuantas y no había forma de que pudiera comportarse como una mujer adulta que era. Sobrevivía porque empecé a trabajar de dependienta en un supermercado por las tardes después de clase, preparaba sus comidas, limpiaba y el poco tiempo que me quedaba, hacía deberes e intentaba dormir, a veces, ni la valeriana me hacía algo de efecto.

Me aislaba de todo el mundo porque no quería que nadie viese qué había detrás de esta cara tan agradable, me maquillaba bastante para que no me viesen las ojeras, trataba de mostrar algo más de cuerpo para intentar llamar la atención de otras formas que no fuera con mi vida personal o familiar, para todo el mundo, era una adolescente más, nada traumatizada, con unos padres normales y una vida personal y escolar ejemplar, de hecho, empecé a sacar mejores notas que cuando era más pequeña, a base de ahogarme trabajando y sacando horas de estudio en las que no dormía para conseguirlo. Acabé quemada, pero le importaba poco a nadie.

La mancha visible:

Durante mi edad adulta, empecé a sentirme constantemente fatigada, sin ganas de nada, con pensamientos muy oscuros, ideas suicidas, comportamientos asociales, sin motivación, sin inspiración, con una soledad buscada y, a la vez, odiada, sin ideas de futuro, constante abatimiento, desesperanza… Estaba experimentando algo que no había tenido nunca, y me dolía mucho, pero no era físico, para nada. Lo llamaron depresión. Una mancha que era invisible, no era un dolor que se viese a simple vista, pero era profundo y era una consecuencia de experiencias pasadas, era consecuencia de haber crecido demasiado pronto, viviendo estresada, siendo madre en vez de hija y sobreviviendo a una situación en la que no debería haber estado desde un primer momento.

La tristeza me embaucaba cada día, era profunda, me invadía a cada paso que daba y ni siquiera la ayuda psicológica me aliviaba. Para mí, era hablar por hablar y yo solo quería quitármelo de encima para seguir con mi vida. Pero eso no era tan sencillo. Hay gente que la tiene de una forma transitoria y otros muchos de nosotros, para siempre más o menos constante o visible, pero está ahí, persiguiéndote, colapsándote. Entre momentos de cama y de comer cualquier cosa, veía la tele. Entre esto y mirar por la ventana pensativa, encontraba fascinante la idea de tirarme. Entre esto y encontrar la forma de salir de mi cuarto, me sentía vacía. Todo lo que había vivido y lo que me habían estado diciendo, me había perforado por dentro, sin tener idea de cuán profundo podían doler las palabras y las acciones de otros, en este caso, las de mi madre.

Trataba de salir un rato, tomar el sol, olvidarlo. Pero no se puede olvidar un sentimiento, una fatiga física que te persigue, una presión en el pecho, una falta de aire, un sentimiento constante de que no perteneces a ningún sitio, de que eres invisible al ojo humano, de que no importas, de que debes ser ellos o no ser nadie. No, no se puede olvidar. Me ha servido para escribir letras para canciones que compongo, para transmutar lo que siento, para dejarme llevar un poco, sentada en la cama, escuchando mi voz, susurrando al aire y a la oscuridad que en mi cuarto habita, sin ayuda, sin una mano amiga, sin nadie que me susurre al oído que todo irá bien. Es una batalla perdida, ahora y siempre.

Un futuro de comprensión e introspección:

Supongo que, cuanto más lo vives, más capaz eres de comprenderlo, menos tratas de forzar lo contrario, menos tratas de escapar de ello. Supongo que el estar desconectado de uno mismo, el no sentirse parte, termina ayudándote a permanecer en soledad y verte tal y como eres, con esa parte oscura que hay que trabajar, con la que hay que sentirse más en contacto. Me aterra dedicarme a ella, desenterrar emociones, intentar no olvidar lo que he vivido, lo que he sentido, y aún así, permitirme el lujo de seguir así, forzando una sonrisa, intentando levantarme poco a poco, caminar alrededor de la cama y sentarme, no estando siempre acostada, llorar pero sin hacerlo tan a menudo, abrir la ventana y sentir el aire fresco chocar contra mi cara, aunque haya dejado de hacerme sentir segura.

Diría que, dentro de este compendio de emociones, hay una constante, y es el hecho de que no hay que dejarse embaucar por una mancha que aparece y desaparece a placer, que no hay que dejar de sentirlo pero tampoco derrumbarse por ello, los pensamientos son solo eso, pensamientos, no son todos reales, no son todos certeros y no hay que dejar que te pisen cada vez que sientes que algo cambia, que hay una pequeña lucecita al final del túnel. No siempre está, a veces, solo ves oscuridad, pero depende de qué quieras ver, aparecerá algo diferente. Vivir sin esperanza, te enseña que la mínima luz que aparezca es importante.